En 1939 Albert Einstein ya había dado la alarma ante la posibilidad de que la desintegración nuclear en cadena podía producir una bomba atómica más devastadora que cualquiera de las armas hasta entonces conocidas.

El 26 de julio de 1945, Truman lanzó una proclama -conocida luego como la Declaración de Potsdam- pidiendo la rendición incondicional del Japón amenazando con su destrucción; aunque sin hacer referencia a la bomba atómica. En la proclama, se establecía que Japón sería desposeído de sus conquistas y quedando su soberanía meramente reducida a las islas además de duras sanciones civiles y económicas.

Truman

El 3 de agosto, Truman dio la orden de arrojar las bombas atómicas en Hiroshima, Kokura, Niigata o Nagasaki. Tres días después despegaba rumbo a Hiroshima la primera formación de bombarderos B-29. El Enola Gay, piloteado por el coronel Paul Tibbets, llevaba la bomba atómica. Tibbets iba acompañado por otros dos aviones en calidad de observadores.

La bomba marcó un antes y un después en la historia humana. Miles de personas murieron de manera instantánea, otras se retorcían en agonía y otras cientos de miles sufrirían terribles consecuencias producto de la radiación.

"Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible", diría años después, Dwigth Eisenhower aunque el mal ya estaba hecho.

"La entrada de la URSS habría acelerado el fin de la guerra. Pero EE.UU. ya había empezado a entrar en conflicto con los soviéticos en Europa del este, por lo que había preocupaciones", le dijo Tsuyoshi Hasegawa (profesor del departamento de historia de la Universidad de California en Santa Bárbara) a BBC Mundo.  Y agregó: "Es decir, Truman tenía un dilema. Y la bomba resolvió ese dilema" mandando también un mensaje a los rusos.

"Los japoneses empezaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto ese golpe multiplicado", intentó justificarse Truman en el mensaje en el que informó al mundo del ataque contra Hiroshima.

Los japoneses decidieron seguir luchando hasta el final aún cuando el  9 de agosto de 1945 otra bomba, esta vez de plutonio, caía sobre la población de Nagasaki. Los efectos fueron menos devastadores por la topografía del terreno aunque murieron 73.000 personas.