Después del mundial de Qatar la figura de Lionel Messi llegó a lugares inimaginables. Sepultó la discusión con Cristiano Ronaldo e ingresó en el panteón de los elegidos en los que comparte lugar con muy pocos, como Pelé o Diego Maradona.

Con su llegada a Miami para jugar en el Inter de esa ciudad, Messi se apalancó en el marketing de las empresas estadounidenses, expertos en la tarea de explotar una marca.

Por eso tiene que participar en eventos promocionales de distinta índole, como al que concurrió, donde se encontró con un grupo de nenes que querían verlo y le podían hacer preguntas.

Uno de ellos, vestido con la camiseta celeste y blanca -aunque su acento denotaba que no es argentino- le hizo una que no se la vio venir.