Mauro Zárate siempre fue un caso de estudio. Con condiciones excepcionales nunca pudo terminar de desarrollar su carrera como prometía. Discontinuo, egoísta y empecinado en terminar las jugadas, y con movimientos constantes entre clubes no llegó a consolidar lo que se esperaba de él.

Se peleó con su familia y rompió un vínculo dorado con los hinchas de Vélez para irse a Boca donde soñaba que le esperaban grandes cosas. La realidad chocó contra su cara y vivió más en el banco de suplentes que en la cancha.

Sus goles -de penal- lo vuelven a poner en el candelero pero en el programa de Mariano Closs las opiniones están divididas con respecto a su actualidad.