Horacio Pagani está en una campaña sin posibilidades de triunfo, tratando de disimular lo que es un secreto a voces: su fanatismo por Boca.

Como vive en otra época, sigue creyendo que negar algo le sirve como escudo, aunque baste hurgar mínimamente en Google para que aparezcan las evidencias que lo dejan expuesto.

Sus compañeros lo dejan jugar al juego aunque a veces pierdan la paciencia, como le ocurrió a Leo Farinella, irritado ante la defensa inclaudicable de Pagani.