"De qué derechos humanos me hablan si todos los días están matando gente como ratas" se ofuscó la mujer, al rescate de su esposo nervioso ante las cámaras de televisión, sabiendo muy bien que Carlos Galián, no puede dejar el perímetro de su domicilio.

Como demostraron con un documento visual desde la asociación HIJOS de Capital, el hombre sale de su casa todos los días y atiende el comercio como si fuera un ciudadano más, libre. Pero en realidad, se trata de uno de los colaboradores más siniestros de la última dictadura cívico militar.

Sobre las palabras de la mujer malhumorada, resta aclarar que las ratas en realidad, fueron ellos -incluido Galián- los que terminaron con una generación completa, que los marcaron e intimidaron para siempre con los métodos más perversos.