A principios de febrero, los científicos lograron confirmar la última gran predicción de Albert Einstein: que las ondas gravitacionales existen, son producidas por la fusión de agujeros negros y podrían surgir del Big-Bang y viajan a la velocidad de la luz, deformando a su paso el espacio-tiempo.

El gran hallazgo fue realizado por el Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO), y refería a una fusión que sucedió hace 1.300 millones de años y consistió en el violento abrazo de dos agujeros negros cuya masa es entre 29 y 36 veces mayor que la del Sol, liberando una energía equivalente a tres masas solares despedida en forma de ondas gravitacionales en una fracción de segundo.

Ahora, el mismo observatorio consiguió detectar por segunda vez el eco de ondas gravitacionales provocadas también por la colisión de dos agujeros negros, según informaron los científicos con motivo del congreso anual de la Sociedad Astronómica de los Estados Unidos.

Se trató de las ondas gravitaciones generadas por la colisión de dos agujeros negros de 14 y 8 masas solares, respectivamente, que giraban cada vez más rápido uno en torno al otro hasta fusionarse en un único agujero negro de 21 masas solares, a unos 1.400 millones de años luz de la Tierra.

"Con esta segunda observación estamos realmente en camino hacia una verdadera astronomía de ondas gravitacionales", señaló el profesor Karsten Danzmann, director del Instituto Max Planck para Física Gravitacional de Hannover (Alemania), añadiendo que "ahora podemos empezar a estudiar un sinnúmero de fuentes de la desconocida parte oscura del Universo".