Al menos en quince operaciones en Reino Unido y Australia han utilizado esta técnica para alimentar a corazones con sangre y nutrientes y "volverlos a la vida" alargando la permanencia del mismo fuera del cuerpo humano.

Usualmente los corazones para un transplante provienen de pacientes que sufrieron muerte cerebral y el órgano es retirado de un cuerpo todavía sano que se enfría para luego poder extraer los órganos para el transplante.

Este dispositivo que cuesta unos  250 mil dólares desarrollado por Transmedics, una compañía en  Massachusetts, Estados Unidos, permite incrementar el número de donantes de corazón entre un 15 y un 30 %.

Este año, por ejemplo, en Lancet en el hospital  St. Vincent’s lograron remover un corazón dos minutos después de que una persona muriera. Veinte minutos más tarde estaba bombeando y "vivo" en la máquina, restaurando la energía del órgano rápidamente casi como si nunca hubiese dejado de latir y sin necesidad de congelarlo a cuatro grados para un transplante (como ocurre cuando se lo retira de un paciente con muerte cerebral).

"El frío es lo viejo, lo caliente es lo nuevo" aseguró el cirujano especialista en transplantes Korkut Uygun, del Hospital General de Massachusetts, destando que al estar caliente  "es más fácil la unión del tejido y el metabolismo".