Es duro estar enamorado, y no, la idea no es apuntar al cliché sino a la polisemia. El enamorado es duro del verbo ‘hago 9 estadios en 4 días, no duermo desde 2011’. Duro de jarrón, duro de encía evidente, de pico y pala. Duro, duro.

 

Pero el amor no es solamente subidón estupefaciente. Estar enamorado también es esperar. La misma espera que quedó en el fondo de la Caja de Pandora, porque era espera, no esperanza, que la esperanza no es un mal, la espera, sí. Esperar que te llame, esperar que te mire, esperar el primer mensaje de la mañana, un ‘hola’ un animalito de Whatsapp, ALGO. Esperar.

 

Para el cerebro, ‘esperar’ se dice dopamina y tiene que ver con el circuito neurológico de recompensa, y lo increíble es que se estimula más en la expectativa que en la concreción. Barthes lo entendía como ser esclavo de un teléfono que no suena, y no sé cuánto entendía de neuro, pero sí entendía que apenas suena, libera.

 

Pero ahí es donde volvemos a lo duro, porque ese mismo circuito de dopamina es el que estimula la cocaína, y con él, el mismo reordenamiento de prioridades, la misma ansiedad, la euforia en el sí y el desplome infinito del no.

 

En algún momento empezamos a levantarle la pollera a la naturaleza, a tratar de faltarle el respeto y explicar la magia, y nos terminamos encontrando con más magia. Helen Fisher, una antropóloga obsesionada con el amor desde la sociología hasta la fisiología molecular, parando en todas, decidió que era buena idea meter gente enamorada y feliz en una máquina de Resonancia Magnética Nuclear funcional (fMRI para los que tengan Google ansioso). Después de todo ese experimento vieron que un pedacito conocido como área tegmental ventral de Tsai se encendía como Las Vegas visto desde Google Earth, y arrancaba la liberación de dopamina para todos y todas, y así, el amor y la manija. Pero lo más interesante no fueron los felices, sino los corazones rotos. Los no correspondidos. Los impares.

 

Como si no tuviesen suficiente con no tener, ahora iban a meter la cabeza en un aparato enorme que iba a mapear la fisiología de su insatisfacción, y ahí se puso interesante. El cerebro de los amores no correspondidos se iluminaba todavía más. Ese amor era esperar, y la imposibilidad de concretar era apagar el incendio con nafta, y resulta que ahora hay evidencia científica de que el amor no correspondido es todavía más amor.

 

Esa misma área del cerebro que regula espera, se relaciona directamente con la motivación, el empuje, la persecución de la zanahoria por sobre la zanahoria en sí. Hay un grupo de neuronas que se llama núcleo accumbens que se relaciona directamente con el anterior, y que tiene mucha inferencia en la toma de decisiones de riesgo. El enamorado no solamente es obsesivo y está enfocado, sino que es capaz de tomar grandes riesgos por recompensas potencialmente grandes, como es localizar y atraer un hemicítrico arbitrario o, como propone el progresismo más palermitano, la evolución del paradigma medionaranjero en la búsqueda de un medio maracuyá. ‘Yo por vos me la re juego, amor’, pero en serio, fisiológico, no borracho de 4 de la mañana que mandó el mismo mensaje a 8 teléfonos.

 

Desde que supimos hablar, hablamos de amor. Escribimos cuentos, canciones, sinfonías y puertas de baño para y por amor, y ahora se nos dio por abrir la caja, meter el escalpelo frío y tratar de explicarlo en términos neurofisiológicos, y lo hicimos.

 

Vivimos el privilegio de poder responder ‘¿Me querés?’ con diagnóstico por imágenes, justificamos con morbo y hasta le agradecemos el no llamar, porque en el fondo sabemos que es la única forma de quererla todavía más. Estamos al borde de suspender para siempre los atardeceres, que no son más lindos que la refracción de la luz en la atmósfera, elogiar a una mujer por la relación matemática entre su cintura y su cadera, y perdernos en rulos producto del estado de oxidación de los azufres en las cisteínas que forman parte del pelo. Será cuestión de elegir eso o preguntarnos en quién piensa el doctorando que se pasa día y noche hace 6 años haciendo experimentos para explicar el amor,cuando le suena el celular, y por qué igual, apenas suena, sonríe como un nene mirando a la maestra.

 

 

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Referencias

Romantic Love: An fMRI study of a neural mechanism for mate choice.

H. Fisher, A Aron and LL Brown (2005)

Journal of Comparative Neurology, 493:58-62.

Motivation and emotion systems associated with romantic love following rejection: an fMRI study.

Fisher,H, A Aron, G Strong, DJ Mashek, H Li, LL Brown (2005)

Program No. 660.7. 2005 Abstract Viewer/Itinerary Planner. Washington, DC: Society for Neuroscience

Reward, Motivation and Emotion Systems Associated with Early-Stage Intense Romantic Love:an fMRI study.

A Aron, H Fisher, DJ Mashek, G Strong, HF Li, and LL Brown (2005)

Journal of Neurophysiology 94:327-337