La Confederación Europea de Sindicatos había convocado a una manifestación para protestar contra las medidas de austeridad y los recortes por la crisis económica.

Los líderes sindicales pidieron un plan de inversiones equivalente a dos puntos porcentuales de PIB europeo, con el que podrían crearse 11 millones de empleos en un plazo de 10 años.

En este contexto, la situación insólita que se vivió fue el lanzamiento de una piedra de gran tamaño que no llegó al destino deseado, sino a la cabeza de uno de los organizadores de la manifestación.