Frank Van Den Bleeken, de 52 años, que lleva 30 tras las rejas en una cárcel de Bélgica por golpear, violar y asesinar a Christiane Remacle, de 19, en un bosque de Amberes durante la noche de Año Nuevo de 1989, pidió ante las cámaras de televisión que lo maten, ya que sufre "un dolor psicológico insoportable" debido al encierro.


"Soy un peligro para la sociedad. ¿Qué se supone que haga? ¿Cuál es el sentido de tenerme acá hasta el final de mis días, pudriéndome? Prefiero que me apliquen la eutanasia", dijo el criminal.


"Si alguien comete un crimen sexual, hay que ayudarles a lidiar con eso. Sólo encerrarlos no ayuda a nadie: ni a la persona, ni a la sociedad o a las víctimas. Yo soy un ser humano y a pesar de lo que hice lo sigo siendo. Así que denme la eutanasia", explicó Bleeken.


Fue así que, después de tres años de lucha, el criminal obtuvo su deseo de muerte y el Estado belga lo trasladará a un hospital para que reciba a inyección letal.


Las hermanas mayores de su víctima, Annie y Liliane Remacle, se mostraron muy disconformes al respecto. "Esto es incomprensible para nosotras. Debería pudrirse en la cárcel. Los doctores y otros expertos investigaron qué le pasa a él, pero en todos estos años nadie se fijó cómo estamos nosotras. Ni un médico nos preguntó cómo nos sentimos", expresó Annie.


"Escuchamos a sus abogado decir cuánto sufre él, pero nosotras también sufrimos. ¡Siempre es lo mismo! Nuestra madre nunca superó la muerte de Christiane. La vimos consumirse por el dolor y murió hace dos años", relató la mujer.


"Mamá pidió que la enterraran al lado de Christiane. Nos aseguramos de que se cumpliera su último deseo. Ahora están juntas", lamentó Annie en la víspera de la muerte planeada y elegida por el asesino de su hermana.