PENSANDO CROMAÑÓN
Las culpas de lo ocurrido el 30 de diciembre del 2004 las determinará el Poder Judicial, pero la cadena de responsabilidades, debe, ante toda la sociedad ser expuesta claramente en la superficie para que Cromañón no vuelva a suceder.
En el caso puntual de Callejeros, el intento de desligarse de responsabilidades para gambetear a la justicia los extingue en una nube de humo negro que asfixia a todos los que seguimos recordando a quienes ya no están con nosotros.
Víctimas directas fueron los casi 200 jóvenes que murieron esa noche y sus familiares. Pero, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, víctimas de un segundo orden también lo fue Callejeros e incluso Omar Chabán. Víctimas de un sistema que, bajo la lógica de la maximización de ganancias, olvida las condiciones humanas en las que se debe desarrollar el negocio. El dios dinero todopoderoso.
Pero este sistema no es sólo una entelequia, se hace carne en personas que a la vez reproducen y alimentan esta lógica deshumanizante. Ahí están sus responsabilidades.
“Cromañón”, hoy, es el nombre de una tragedia que no se debe repetir, y para esto es fundamental tener conciencia de la cadena de responsabilidades que posibilitaron que esto ocurriese. El espacio donde ocurrió la tragedia se llamaba “República Cromañón”.
Podemos ponernos rápidamente de acuerdo en señalar al administrador del lugar, Omar Chabán, como uno de los principales responsables de la tragedia. Identificar en los funcionarios políticos y policiales a los cómplices que tenían la obligación de controlar e hicieron caso omiso de las condiciones en las que se encontraba habilitado el lugar. No nos sorprende “la cometa” que podría pasar a buscar el oficial de turno en la recorrida nocturna habitual por la zona. Podemos ponernos de acuerdo rápidamente en la responsabilidad de estos actores. Pero nos estarían faltando algunos eslabones más para que esto no se repitiese.
Esa banda inconsolable
A más de 9 años de producida la tragedia permanece el debate sobre la responsabilidad de la banda Callejeros.
Por un lado, se encuentran familiares de víctimas, seguidores de la banda y personalidades del rock, quienes sostienen que Callejeros es tan culpable como Chabán, Raúl Villarreal (su mano derecha) y los funcionarios públicos y policiales.
En la otra punta, encontramos a otro sector que también incluye a familiares de víctimas, seguidores de la banda y personalidades del rock, quienes sostienen que a los pibes “los mató la corrupción” y que “la música no mata”, de esta manera se reduce a Callejeros a una banda que se presentó inocentemente en el boliche para mostrar su música y fue engañada por un inescrupuloso empresario que sólo buscaba lucrar con ellos para engordar su bolsillo en connivencia con los funcionarios y policías cómplices que habilitaban el lugar.
“Ellos también perdieron familiares en Cromañón”, se suele afirmar para justificar su desconocimiento sobre cómo funcionaba el lugar.
“Esto le podría haber pasado a cualquier banda” sostienen también quienes defienden la posición de la banda.
Es muy probable que haya un grupo de bandas a las que les podría haber ocurrido, ya sea por promover el uso de bengalas o por la cantidad de personas que convocaban. Pero también es cierto que por aquellos años, muy pocas bandas se ocupaban de la seguridad de su público. Callejeros era una de ellas. Y esto era muy bien visto en el ambiente del rock, por cierto.
Noticias de ayer
Con el objetivo de comprender el grado de responsabilidad de la banda en la tragedia, pregunto:
¿Cuántas bandas manejaban su propio personal de seguridad, y cuántas podían hacer 3 shows consecutivos en Cromañón llevando alrededor de 4 mil personas cada noche apenas 10 días después de llenar el estadio de Excursionistas con 15 mil personas?
Durante todo el 2004 se pueden leer crónicas previas a la fatídica noche:
El 2 de junio del 2004 se publicó en el portal de música El Acople una nota titulada: “Cromañón les quedó chico”, en la cual Chabán pide encarecidamente que no enciendan bengalas “porque el humo es cancerígeno”. Minutos después y durante el show el cantante de la banda “Pato” Fontanet pide “denme una tregua de dos canciones, sin bengalas”.
El 6 de mayo del 2004 una crónica del recital que Callejeros dio en El Teatro de Colegiales afirma que la banda “supo mantener al público encendido de bengalas y algunos tres tiros que rebotaban en el techo y bajaban como balas perdidas”. “Algunos tuvimos miedo de que pasara lo de República Cromañón en el Festival Stone”, señala la misma recordando un principio de incendio en el local de Chabán.
En dicho festival los presentes observábamos las chispas de fuego que caían desde el techo, algunos llenaron con agua sus vasos de plástico para intentar apagarlo mientras otros caminábamos lentamente hacia la puerta de salida comentando graciosamente el suceso. El 25 de diciembre del 2004 volvería a ocurrir algo similar durante el recital de la banda “La 25”, chispazos de fuego y humo negro, denso, pero con el tiempo suficiente para poder salir a la vereda.
República Cromañón se inauguró el 12 de abril del 2004 con un recital de Callejeros. En más de una oportunidad Chabán manifestó su agradecimiento a la banda porque, ironías de la vida y en referencia a Cromañón, gracias a ellos existía un espacio que el rock le ganó a la cumbia (recordando que en el lugar había funcionado un boliche de cumbia: Reventón).
Una crónica de aquella inauguración señala: “Bengala por acá, por allá y por el otro lado también hacían imposible una respiración digna, nada distinto a otros recitales de esta magnitud”. El cronista avizoraba por la cantidad de personas que había en el lugar, “Obras está cerca, y no es solo una obra, sino que se vienen varias”. Callejeros efectivamente realizaría sus primeros recitales en Obras el 30 y 31 de Julio y el  18 de diciembre del 2004 se presentaría en el estadio de Excursionistas ante alrededor de 15 mil personas.
El cronista, Patricio Orfus, además realiza un interesante ejercicio en el que enumera la cantidad de canciones en las que se prendieron bengalas aquella noche inaugural, el resultado sumando la “intro” es revelador: En 16 canciones sobre 30 se encendieron bengalas. En la escena del “rock barrial” esto era habitual, y era visto  como algo un poco peligroso pero fundamental para que la noche sea “una fiesta”. Sin embargo en los recitales de Callejeros las bengalas eran tan importantes como la banda misma.
“Quiero agradecer a Callejeros porque gracias a ellos abrimos Cromanón. Muchas bandas me dieron la espalda, no así Callejeros”, afirmaba Chabán en la nota del 2 de junio del 2004. La relación era estrecha y el negocio les cerraba a ambas partes. Generalmente el 70% del valor de las entradas le correspondía a Callejeros y el 30% restante a Omar Chabán. No había nada malo con eso.
Antes del 30 de diciembre del 2004, Callejeros se jactaba de cuidar a su público con su propio personal de seguridad y era común ver personas en la entrada del lugar con remeras negras con la leyenda: Control- Callejeros (algunas crónicas de la época señalan que era la misma gente que trabajaba con la banda de rock La Renga). ¿Alguien podría pensar que esto era mal visto en el ambiente? Al contrario, era un sello de profesionalidad y cercanía con sus seguidores que muy pocas bandas podían mostrar.
El 24 de junio del 2004 Nacho Girón entrevistaba a los seguidores de Callejeros, y Sebastián, uno de los lideres de “La familia piojosa” afirmaba: “dos días antes del show yo me encargué de llevar todas las cosas a Obras, y por eso nos dejaron más libres. Le mostramos con anticipación las banderas al manager y arreglamos personalmente qué medida de bengalas podíamos llevar".
Todo preso es político
A más de 9 años de idas y vueltas, el peor castigo que una persona negligente puede tener ya no es la condena de la justicia, sino la condena social y el peso de cargar con la muerte de casi 200 personas sin haber tenido la intención de hacerlo. Sin embargo, fueron responsables de no preverlo y evitarlo. En estas condiciones se realizaba el negocio.
Callejeros, a esa altura, ya no era “una bandita más”. Funcionaba con reglas y estructuras propias que excedían el mero hecho de tocar música.
Quienes fuimos marcados por esta tragedia debemos hacernos cargo de aquellas irresponsabilidades que en aquel momento veíamos como parte del folclore del rock. Es el mejor ejemplo que podemos dar para que Cromañón no se repita.
Y los integrantes de Callejeros también deben asumir sus responsabilidades. Por el amor que sus seguidores les tienen, por la carga social de sus canciones, por las nuevas generaciones de pibes que están convencidos de que ellos sólo fueron a hacer un show, inocentemente, desconociendo las condiciones del lugar.
También hay que decirlo: Omar Chabán no es Jorge Rafael Videla y Callejeros no es un grupo de tareas planificando el asesinato de personas. Siendo responsables de primer orden, también son víctimas, si se quiere, de segundo orden. Dos caras de una misma moneda.
Victimas. Como fuimos la gran mayoría, de la degradación cultural y económica en un país que en 2004 empezaba a reconstruirse de las políticas neoliberales que se impusieron desde el golpe cívico-militar de 1976 y continuaron durante la década del ’90 explotando por los aires el 19 y 20 de diciembre del 2001.
Responsables. De que esas estructuras degradadas se mantengan en pie a cambio de la supervivencia en un sistema que, en el mejor de los casos, les permitió denunciar las falencias del mismo en canciones que les permitieron llenar estadios y vender discos en un negocio que benefició a muchos que hoy evitan asumir responsabilidades ya no penales sino sociales.
Y así, los seguidores de las bandas de “rock barrial”, identificados con sus letras comprometidas, colgados de los márgenes del sistema (cuando no eran excluidos), buscaban en esos antros dos horas de redención y felicidad dentro de una trampa mortal que los invitaba a la ficción de ser protagonistas de su propia vida; durante unos segundos, el tiempo que duraba encendida la bengala…
La noche del 30 de diciembre del 2004
Bengalas: Una bengala tres tiros, de las que solía encender el público, provocó que la media sombra que recubría el techo del lugar se prendiera fuego, detrás de esa media sombra había una gruesa capa de un material similar a la goma espuma que se había colocado para aislar el sonido del lugar. Dicho material contenía una sustancia tóxica que provocó la mayoría de las muertes.
Capacidad: La capacidad del lugar estaba absolutamente excedida. Se estima que había casi 4000 personas en el lugar, mientras que su capacidad era para la mitad. Entre el 70 y el 80% del valor de las entradas le correspondía a la banda, el resto era para Omar Chabán. La seguridad solía ser compartida.
Salida de emergencia: Al comenzar el incendio se cortó la luz, dejando a la gente que se encontraba adentro totalmente a oscuras. Una pequeña luz señalaba la ubicación de una salida de emergencia, pero la puerta estaba cerrada con un candado por el lado de afuera, atrapando a muchas personas que se podrían haber salvado. Muchos sufren heridas graves a causa de los empujones que se dieron en la desesperación por intentar salir.
194 Muertos: 194 familias quedaron destruidas y siguen luchando para encontrarle sentido a sus vidas reclamando justicia con la esperanza de que Cromañón no se repita. Por estos incidentes también fallecieron la novia del cantante Pato Fontanet, la madre del baterista, la esposa y los primos del manager, el hermano del percusionista y 5 familiares del guitarrista Maximiliano Djerfy: su tío, su tía, su ahijada de 15 años, su prima y el novio de su prima.
Jacqueline Santillán, mi prima, dejó dos hermosos hijos que van convirtiéndose en jóvenes adolescentes sin su madre.
Que Cromañón no se repita.

Las culpas de lo ocurrido el 30 de diciembre del 2004 las determinará el Poder Judicial, pero la cadena de responsabilidades, debe, ante toda la sociedad ser expuesta claramente en la superficie para que Cromañón no vuelva a suceder.

En el caso puntual de Callejeros, el intento de desligarse de responsabilidades para gambetear a la justicia los extingue en una nube de humo negro que asfixia a todos los que seguimos recordando a quienes ya no están con nosotros.

Víctimas directas fueron los casi 200 jóvenes que murieron esa noche y sus familiares. Pero, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, víctimas de un segundo orden también lo fue Callejeros e incluso Omar Chabán. Víctimas de un sistema que, bajo la lógica de la maximización de ganancias, olvida las condiciones humanas en las que se debe desarrollar el negocio. El dios dinero todopoderoso. Pero este sistema no es sólo una entelequia, se hace carne en personas que a la vez reproducen y alimentan esta lógica deshumanizante. Ahí están sus responsabilidades.

“Cromañón”, hoy, es el nombre de una tragedia que no se debe repetir, y para esto es fundamental tener conciencia de la cadena de responsabilidades que posibilitaron que esto ocurriese. El espacio donde ocurrió la tragedia se llamaba “República Cromañón”.

Podemos ponernos rápidamente de acuerdo en señalar al administrador del lugar, Omar Chabán, como uno de los principales responsables de la tragedia. Identificar en los funcionarios políticos y policiales a los cómplices que tenían la obligación de controlar e hicieron caso omiso de las condiciones en las que se encontraba habilitado el lugar. No nos sorprende “la cometa” que podría pasar a buscar el oficial de turno en la recorrida nocturna habitual por la zona. Podemos ponernos de acuerdo rápidamente en la responsabilidad de estos actores. Pero nos estarían faltando algunos eslabones más para que esto no se repitiese.

Esa banda inconsolable

A más de 9 años de producida la tragedia permanece el debate sobre la responsabilidad de la banda Callejeros. 
Por un lado, se encuentran familiares de víctimas, seguidores de la banda y personalidades del rock, quienes sostienen que Callejeros es tan culpable como Chabán, Raúl Villarreal (su mano derecha) y los funcionarios públicos y policiales.

En la otra punta, encontramos a otro sector que también incluye a familiares de víctimas, seguidores de la banda y personalidades del rock, quienes sostienen que a los pibes “los mató la corrupción” y que “la música no mata”, de esta manera se reduce a Callejeros a una banda que se presentó inocentemente en el boliche para mostrar su música y fue engañada por un inescrupuloso empresario que sólo buscaba lucrar con ellos para engordar su bolsillo en connivencia con los funcionarios y policías cómplices que habilitaban el lugar.

“Ellos también perdieron familiares en Cromañón”, se suele afirmar para justificar su desconocimiento sobre cómo funcionaba el lugar. 
“Esto le podría haber pasado a cualquier banda” sostienen también quienes defienden la posición de la banda.

Es muy probable que haya un grupo de bandas a las que les podría haber ocurrido, ya sea por promover el uso de bengalas o por la cantidad de personas que convocaban. Pero también es cierto que por aquellos años, muy pocas bandas se ocupaban de la seguridad de su público. Callejeros era una de ellas. Y esto era muy bien visto en el ambiente del rock, por cierto.

Noticias de ayer

Con el objetivo de comprender el grado de responsabilidad de la banda en la tragedia, pregunto:

¿Cuántas bandas manejaban su propio personal de seguridad, y cuántas podían hacer 3 shows consecutivos en Cromañón llevando alrededor de 4 mil personas cada noche apenas 10 días después de llenar el estadio de Excursionistas con 15 mil personas?
Durante todo el 2004 se pueden leer crónicas previas a la fatídica noche:

El 2 de junio del 2004 se publicó en el portal de música El Acople una nota titulada: “Cromañón les quedó chico”, en la cual Chabán pide encarecidamente que no enciendan bengalas “porque el humo es cancerígeno”. Minutos después y durante el show el cantante de la banda “Pato” Fontanet pide “denme una tregua de dos canciones, sin bengalas”.  El 6 de mayo del 2004 una crónica del recital que Callejeros dio en El Teatro de Colegiales afirma que la banda “supo mantener al público encendido de bengalas y algunos tres tiros que rebotaban en el techo y bajaban como balas perdidas”. “Algunos tuvimos miedo de que pasara lo de República Cromañón en el Festival Stone”, señala la misma recordando un principio de incendio en el local de Chabán.

En dicho festival los presentes observábamos las chispas de fuego que caían desde el techo, algunos llenaron con agua sus vasos de plástico para intentar apagarlo mientras otros caminábamos lentamente hacia la puerta de salida comentando graciosamente el suceso. El 25 de diciembre del 2004 volvería a ocurrir algo similar durante el recital de la banda “La 25”, chispazos de fuego y humo negro, denso, pero con el tiempo suficiente para poder salir a la vereda.

República Cromañón se inauguró el 12 de abril del 2004 con un recital de Callejeros. En más de una oportunidad Chabán manifestó su agradecimiento a la banda porque, ironías de la vida y en referencia a Cromañón, gracias a ellos existía un espacio que el rock le ganó a la cumbia (recordando que en el lugar había funcionado un boliche de cumbia: Reventón).

Una crónica de aquella inauguración señala: “Bengala por acá, por allá y por el otro lado también hacían imposible una respiración digna, nada distinto a otros recitales de esta magnitud”. El cronista avizoraba por la cantidad de personas que había en el lugar, “Obras está cerca, y no es solo una obra, sino que se vienen varias”. Callejeros efectivamente realizaría sus primeros recitales en Obras el 30 y 31 de Julio y el  18 de diciembre del 2004 se presentaría en el estadio de Excursionistas ante alrededor de 15 mil personas.

El cronista, Patricio Orfus, además realiza un interesante ejercicio en el que enumera la cantidad de canciones en las que se prendieron bengalas aquella noche inaugural, el resultado sumando la “intro” es revelador: En 16 canciones sobre 30 se encendieron bengalas. En la escena del “rock barrial” esto era habitual, y era visto  como algo un poco peligroso pero fundamental para que la noche sea “una fiesta”. Sin embargo en los recitales de Callejeros las bengalas eran tan importantes como la banda misma.

“Quiero agradecer a Callejeros porque gracias a ellos abrimos Cromanón. Muchas bandas me dieron la espalda, no así Callejeros”, afirmaba Chabán en la nota del 2 de junio del 2004. La relación era estrecha y el negocio les cerraba a ambas partes. Generalmente el 70% del valor de las entradas le correspondía a Callejeros y el 30% restante a Omar Chabán. No había nada malo con eso.

Antes del 30 de diciembre del 2004, Callejeros se jactaba de cuidar a su público con su propio personal de seguridad y era común ver personas en la entrada del lugar con remeras negras con la leyenda: Control- Callejeros (algunas crónicas de la época señalan que era la misma gente que trabajaba con la banda de rock La Renga). ¿Alguien podría pensar que esto era mal visto en el ambiente? Al contrario, era un sello de profesionalidad y cercanía con sus seguidores que muy pocas bandas podían mostrar.

El 24 de junio del 2004 Nacho Girón entrevistaba a los seguidores de Callejeros, y Sebastián, uno de los lideres de “La familia piojosa” afirmaba: “dos días antes del show yo me encargué de llevar todas las cosas a Obras, y por eso nos dejaron más libres. Le mostramos con anticipación las banderas al manager y arreglamos personalmente qué medida de bengalas podíamos llevar".


Todo preso es político

A más de 9 años de idas y vueltas, el peor castigo que una persona negligente puede tener ya no es la condena de la justicia, sino la condena social y el peso de cargar con la muerte de casi 200 personas sin haber tenido la intención de hacerlo. Sin embargo, fueron responsables de no preverlo y evitarlo. En estas condiciones se realizaba el negocio.

Callejeros, a esa altura, ya no era “una bandita más”. Funcionaba con reglas y estructuras propias que excedían el mero hecho de tocar música.

Quienes fuimos marcados por esta tragedia debemos hacernos cargo de aquellas irresponsabilidades que en aquel momento veíamos como parte del folclore del rock. Es el mejor ejemplo que podemos dar para que Cromañón no se repita.

Y los integrantes de Callejeros también deben asumir sus responsabilidades. Por el amor que sus seguidores les tienen, por la carga social de sus canciones, por las nuevas generaciones de pibes que están convencidos de que ellos sólo fueron a hacer un show, inocentemente, desconociendo las condiciones del lugar.

También hay que decirlo: Omar Chabán no es Jorge Rafael Videla y Callejeros no es un grupo de tareas planificando el asesinato de personas. Siendo responsables de primer orden, también son víctimas, si se quiere, de segundo orden. Dos caras de una misma moneda.

Victimas. Como fuimos la gran mayoría, de la degradación cultural y económica en un país que en 2004 empezaba a reconstruirse de las políticas neoliberales que se impusieron desde el golpe cívico-militar de 1976 y continuaron durante la década del ’90 explotando por los aires el 19 y 20 de diciembre del 2001.

Responsables. De que esas estructuras degradadas se mantengan en pie a cambio de la supervivencia en un sistema que, en el mejor de los casos, les permitió denunciar las falencias del mismo en canciones que les permitieron llenar estadios y vender discos en un negocio que benefició a muchos que hoy evitan asumir responsabilidades ya no penales sino sociales.

Y así, los seguidores de las bandas de “rock barrial”, identificados con sus letras comprometidas, colgados de los márgenes del sistema (cuando no eran excluidos), buscaban en esos antros dos horas de redención y felicidad dentro de una trampa mortal que los invitaba a la ficción de ser protagonistas de su propia vida; durante unos segundos, el tiempo que duraba encendida la bengala…

La noche del 30 de diciembre del 2004

Bengalas: Una bengala tres tiros, de las que solía encender el público, provocó que la media sombra que recubría el techo del lugar se prendiera fuego, detrás de esa media sombra había una gruesa capa de un material similar a la goma espuma que se había colocado para aislar el sonido del lugar. Dicho material contenía una sustancia tóxica que provocó la mayoría de las muertes.

Capacidad: La capacidad del lugar estaba absolutamente excedida. Se estima que había casi 4000 personas en el lugar, mientras que su capacidad era para la mitad. Entre el 70 y el 80% del valor de las entradas le correspondía a la banda, el resto era para Omar Chabán. La seguridad solía ser compartida.

Salida de emergencia: Al comenzar el incendio se cortó la luz, dejando a la gente que se encontraba adentro totalmente a oscuras. Una pequeña luz señalaba la ubicación de una salida de emergencia, pero la puerta estaba cerrada con un candado por el lado de afuera, atrapando a muchas personas que se podrían haber salvado. Muchos sufren heridas graves a causa de los empujones que se dieron en la desesperación por intentar salir.

194 Muertos: 194 familias quedaron destruidas y siguen luchando para encontrarle sentido a sus vidas reclamando justicia con la esperanza de que Cromañón no se repita. Por estos incidentes también fallecieron la novia del cantante Pato Fontanet, la madre del baterista, la esposa y los primos del manager, el hermano del percusionista y 5 familiares del guitarrista Maximiliano Djerfy: su tío, su tía, su ahijada de 15 años, su prima y el novio de su prima. 
Jacqueline Santillán, mi prima, dejó dos hermosos hijos que van convirtiéndose en jóvenes adolescentes sin su madre.
Que Cromañón no se repita.