Las palmeras, de la familia de las arecáceas, son uno de los árboles más antiguos que existen, aproximadamente 100 millones de años. Y esa es una de sus ventajas adaptativas. Sobrevivieron a los dinosaurios y a los huracanes.

Al parecer, la estructura de las palmeras funciona de forma similar a los edificios diseñados contra los terremotos. Es que el modelo de estructura cilíndrica de árboles como el roble ayuda a soportar mejor el peso en las ramas pero peor el empuje lateral. Y viceversa, aguantar viento exige disminuir peso en copa, por eso la palmera tiene tan pocas hojas en relación a su altura.

Las palmeras son muy flexibles y se dejan empujar y zarandear en vez de ofrecer resistencia a los vientos huracanados como hacen otros árboles. Esa es la clave.

Mientras el corte transversal de un árbol normal muestra anillos concéntricos de madera añadidos en cada estación, la estructura de las fibras de la palmera es longitudinal y el crecimiento estacional se da más a lo alto que a lo ancho, favoreciendo esa elasticidad. Es la misma disposición de un cable de fibras telefónicas, o el trenzado del cable de acero, casi imposible de romper a tracción y extremadamente flexible.

Pero eso no es todo, la disposición de las hojas también ayuda a mejorar su resistencia. Las hojas son muy flexibles y se orientan con el viento como veletas para minimizar el 'efecto vela' y su empuje que sí tienen otras especies.

Y además, como si todo eso fuera poco, abajo de la tierra también aprendieron a agarrarse mejor y tienen muchas raíces estrechas y pequeñas (en vez de largas y anchas para otros árboles de su porte) y funciona como un gran contrapeso.

¿Son inmortales? No. Las palmeras tienen un punto débil: la humedad. Si se moja el terreno donde están asentadas el bulbo de presiones que configuran sus raíces y la tierra se va deshaciendo. 

Raíces palmera datilera de 5 metros de altura.

Fuente: http://www.vozpopuli.com.