Replicamos la nota de febrero de este año del medio rosarino Conclusión. En la misma, se precisa el rol que jugó el poderoso grupo empresarial durante la dictadura militar cívico-militar.

El testimonio de Efrén Venturini, empleado y delegado gremial de la aceitera durante 1976, describe la historia de derechos laborales vulnerados; como así también los secuestros, detenciones y torturas, de la que Vicentín fue cómplice en el gobierno de facto.

La nota completa de la colega Elisa Soldano

El Grupo Vicentín se encuentra en el ojo de la tormenta debido a que afronta una deuda millonaria que hace incierto su futuro y el de sus trabajadores. Durante la gestión de Mauricio Macri, la firma recibió créditos de prefinanciación de exportaciones por parte del Banco Nación, contrayendo de esta manera una deuda de 18 mil millones de pesos con la entidad.

Sin embargo, y a pesar de que en los últimos días Vicentín estuvo presente en la agenda mediática y gremial, la compañía arrastra una historia de horrores cometidos contra sus trabajadores de los que pocas veces se habla. 

Un ejemplo de esto es la historia de Efrén Venturini, quien fue trabajador de la planta aceitera ubicada en Avellaneda -localidad ubicada unos 500 kilómetros al norte de Rosario- durante la década de los 70′ y sufrió en carne propia la relación de Vicentín con la dictadura militar.

Venturini relató a Conclusión que su paso por la fábrica comenzó en 1965, cuando las actividades se desarrollaban «en campaña», es decir que se trabajaba por épocas y en los períodos no laborales los empleados estaban desocupados. Sin embargo, al poco tiempo debió cumplir el servicio militar, lo que lo tuvo cerca de quince meses fuera de la planta.

Al regresar a Avellaneda, el trabajador continuó desempeñándose en Vicentín -aún bajo los períodos de campaña- y finalmente en el año 1969 quedó efectivo en la empresa.

«Laburábamos como unos negros, porque no había tanta tecnología como ahora, así que había que hacer todo a pala y a horquilla. Teníamos que trabajar hombreando, descargábamos algodón, semillas, lino y girasol. Así se empezó a armar en cada zona movimientos de trabajadores para ver si conseguíamos mejoras, porque trabajábamos hasta dieciséis horas por día y nunca nos pagaron una hora extra, no nos daban la ropa adecuada», contó Venturini.

«Con los sueldos, si no hacías más horas no vivías», agregó el trabajador en relación a los escasos salarios que pagaba Vicentín en esa época. Esto llevó a que los trabajadores de la firma comenzaran a armar un movimiento sindical y logren algunas conquistas laborales.

«En el año 74 chocaron a un compañero y le quebraron la pierna. Lo internaron en el Sanatorio Reconquista, que el director era Gazze, casado con una Vicentín. Después murió el muchacho y entregaron el cadáver sin las piernas, porque ahí estaba la prueba de que habían hecho mal las cosas«, relató el ex trabajador de Vicentín.

Ese mismo año, los trabajadores realizaron un paro y se movilizaron por el centro de Avellaneda. Tras la manifestación, las autoridades de la firma pidieron que un grupo de delegados se presente ante los directivos de la empresa para discutir la situación.
 

«Fuimos tres compañeros y ahí nos dimos cuenta que nos habían mentido, que la idea era que vayamos solos para que no armemos quilombo», detalló Venturini.

En esta supuesta reunión, los tres trabajadores que se presentaron ante los directivos de la firma fueron detenidos durante cinco días y se les aplicó un Código de Faltas. Vicentín justificó esta acción diciendo que fue una medida para prevenir el «comunismo y la guerrilla» dentro de la empresa.

«A fines del 75 les ganamos el sindicato con el Movimiento Organizado de Recuperación Sindical. Duramos cinco meses y en ese lapso se armó el cuerpo de delegados, yo fui delegado en mi sección y después me eligieron como delegado general, era el que ponía la cara ante Vicentín y el que les discutía para defender a la muchachada. Siempre el más débil para mi es el que hay que defender", continuó relatando el trabajador.

Además, indicó que a sus superiores «no les importaba» lo que los trabajadores tenían para decirles, demostrando así el trato que el grupo empresarial tenía con sus trabajadores.

Al comenzar el fatídico año de 1976, en el mes de enero, algunos empleados de la firma fueron despedidos y el 23 de marzo Venturini fue detenido en Avellaneda, donde permaneció un día entero encerrado en un baño.

«Me largaron el otro día a la tardecita, o sea que me enteré que hubo un golpe de Estado ocho horas después, porque ahí adentro no sabíamos nada, no se escuchaba nada», explicó, y agregó que cuando recuperó la libertad continuó en sus actividades con el sindicato pese a que el mismo ya no tenía poder.

Fue durante el mes de octubre cuando se llevaron detenido a todo el cuerpo de delegados de Vicentín y a otros trabajadores. «Yo estaba trabajando y llegó el jefe de personal con un montón de milicos, todos con ametralladoras, yo tenía una horquilla en la mano. Viene el jefe y les dice ‘éste es’, me llevaron y se puso cada vez más feo el asunto», recordó Venturini.

Y continuó: «Me llevaron a una comisaría de Avellaneda, donde ligamos empujones, patadas, puñetes. Después me llevaron a Reconquista, ahí ya fue más fulero, me abrieron la camisa, me arrancaron los pelos del pecho a tirones. Pedían información pero nos tenían ahí porque nos consideraban terroristas. Yo podía hablar de laburo, pero en política no estaba metido».

Durante la noche, los detenidos-desaparecidos fueron subidos a un camión que no tenía barandas en los costados, los tiraron en el piso, los ataron, los cubrieron con una lona y el vehículo partió para Santa Fe, donde llegaron a la madrugada y fueron paseados por varios lugares, no sin antes someterlos a brutales golpizas.

«Me torturaron bastante, me lastimaron, me quemaron. Me tuvieron unos días desaparecido. Después empezaron a largar a algunos detenidos», dijo el ex empleado y detalló que en esa oportunidad fueron cerca de 22 los detenidos y no todos eran trabajadores de Vicentín, sino que también había miembros de las Ligas Agrarias y trabajadores de la aceitera Buyatti, también ubicada en Avellaneda.

Los secuestrados eran reconocidos como presos políticos en la Guardia de Infantería Reforzada en Santa Fe. Después de estar cerca de veinte días como desaparecido, sin que su familia tenga noticias de él, Venturini fue reconocido como detenido y permaneció más de dos meses preso en Santa Fe, para luego ser trasladado a Coronda.

Al respecto, el ex operario recordó a modo de anécdota que fue su compañero de celda, Pedro Guastavino -quien después sería diputado provincial de Entre Ríos- el encargado de curarle las quemaduras con un botiquín que tenía dentro de la cárcel. Cuando Guastavino fue trasladado a Coronda, le dejó a una bolsita con elementos de primeros auxilios, como legado para afrontar las atrocidades cometidas por los militares.

«Después me llevaron a Coronda, con gente que ya no era de Avellaneda. Ahí estuve todo el año 77, me llevaron en febrero y me largaron el 25 de diciembre. Cada vez que nos movían ligábamos. Por ahí nos trasladaban de Coronda a Santa Fe y nos pegaban unas garroteadas que nos dejaban muertos. Nos hacían de todo, picana, golpes, simulacros de fusilamiento«, contó Venturini.

Vale preguntarse qué hizo la empresa por sus trabajadores desaparecidos y detenidos, a los que el mismo jefe de personal había entregado. Al día siguiente de que se los llevaron, Vicentín envió telegramas a las casas de los empleados diciendo que les daban 24 horas para presentarse a trabajar o, en caso contrario, que se consideren despedidos con causa.

“Desde Vicentín aprovecharon y armaron todo para poder sacarse de encima a la gente que a ellos no les gustaba y de paso les servía para meter miedo en el resto”, conjeturó el ex empleado y recordó cómo fue volver a su Avellaneda natal una vez recuperada la libertad: “Lo que viví no fue nada fácil, porque es una sociedad muy brava. Te dan vuelta la cara, piensan que por algo será que te llevaron detenido”, explicó.

“Vicentín es una empresa grande porque se benefició de todos lados. Comían asados con Cavallo, cuando se estatizó la deuda pública, en el 82, también se beneficiaron y ahora Cambiemos le dio 12 millones de pesos a Friar (una de sus empresas) y la empresa invirtió 2 millones para la campaña. Ellos sabían que si ganaba Macri esa cuenta se iba a licuar hasta la mitad, si no se licuaba toda”, analizó Venturini con respecto a las relaciones políticas que construyó la empresa a lo largo de la historia.

La entrega de trabajadores de Vicentín a manos de los militares -realizada por las propias autoridades de la firma-, las torturas a las que éstos fueron sometidos y la privación ilegítima de la libertad, son cuestiones que aún no fueron judicializadas.

“Cuando salí de la cárcel quise denunciar, pero no encontré un abogado que se anime. Hace tres años me llamó a declarar un fiscal de Reconquista y me dijo que podíamos entrar en la causa Base Aérea Residual. Ahora podemos meternos como querellantes, como lo hicieron otros compañeros con los que estuvimos presos”, detalló Venturini a Conclusión.

Antonio «Tony» Riestra, historiador y trabajador aceitero en el cordón industrial durante la década de los 70, explicó a Conclusión que en la zona había distintas fábricas y distintas realidades. «Para entonces los obreros aceiteros eran trabajadores precarizados, con pocos ingresos, nada parecido a los convenios que hoy tienen», detalló.

Debido a los pocos derechos y garantías laborales que afrontaba el sector, la necesidad de organizarse en sindicatos y de tener una activa militancia gremial fue creciendo entre los aceiteros. No obstante, Riestra aclaró que ante la creciente actividad gremial, las patronales actuaron y operaron de forma muy similar a como lo hizo Vicentín con sus trabajadores en la oscura década del 70.

Pese a que su historia es silenciada por el poderoso grupo empresarial y en la zona donde acontecieron los hechos poco se habla al respecto, Efrén Venturini está dispuesto a repasar su historia las veces que se necesite para mostrar esta cara de Vicentín. Actualmente, el ex aceitero reside en Tierra del fuego junto a su esposa, con quién crió a siete hijos y de vez en cuando regresa al norte santafesino que lo vio nacer, tierra que también fue escenario de su activa militancia. De esta forma, el relato sobre la oscura relación que la poderosa empresa tuvo con la dictadura militar va derrumbando muros desde Ushuaia hasta Avellaneda.