Juan Grabois es un rara avis en el mundo de la política local, que irrumpió con la marca de ser ‘un cuadro de Bergoglio’ para convertirse en un defensor todoterreno de causas justas.

Si en algo se asemeja a Milei, además de ser los dos hombres que no surgieron de la ‘casta’ sino que son externos al deterioro de los últimos ocho años, es que se animan a dar propuestas concretas de lo que quieren hacer, que son diametralmente opuestas.

Grabois se metió con un tema peliagudo para el progresismo, el peronismo y la izquierda, como es la política de seguridad, siempre más afín al discurso de la derecha.

Pero lo hizo desde una visión humana y cuidadosa, como era de esperar, y no desde la mirada del que mira a la franja más pobre del país como un posible delincuente.

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Y también analizó el rol de la policía y el personal carcelario, como responsables de cuidar a los vecinos, con controles de la sociedad civil en las instituciones de seguridad.

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Y para terminar, la necesidad de seguir la ruta del dinero, que muchas veces proviene del delito, y no ha tenido el rigor de la Justicia para rastrearlo y combatirlo.

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