A Viviana Canosa le importaba una sola cosa: quien ganaba. Como si fuera un recreo de la escuela primaria, a nadie le importaba que se decía sino quien se llevaba el triunfo.

El resultado, como era de esperar, fue un segmento patético sobre la historia del peronismo en el país, defendida con uñas y dientes por Carlos Campolongo -que lleva su entusiasmo hasta que aparece en kirchnerismo-, y atacada por Martín Tetaz, convertido en un revisionista histórico de ocasión.