El inefable vocero presidencial Manuel Adorni volvió a usar la fórmula de que los que apoyan al gobierno son argentinos de bien y cualquiera al que se le ocurra pensar distinto está “en contra de la gente”.

En realidad ellos deben creer eso, que todo aquel que tenga ideas propias es una especie de enemigo, así como los representantes de ese sector de la población que también llegaron al Congreso a través del voto popular.

Pero esta vez Adorni dio un paso más y lanzó una amenaza lisa y llana al advertir que desde el gobierno harán todo lo posible para que todo aquel que piense distinto “no esté más”. 

La duda que queda flotando en el aire es si van a intentar expulsarlos del Congreso, del país o algo aún peor. Adorni debería saber que a esta altura más que miedo causa gracia, y también vergüenza.