Un nuevo hecho político y cultura en el marco del festejo de los 31 años de Democracia pone de forma excluyente al Kirchnerismo al frente de las banderas de la inclusión y los Derechos Humanos. No dejo de sorprenderme con los pobres razonamientos que leo que no hacen más que repetir la lógica impuesta por el monopolio mediático y los valores de la postmodernidad neoliberal: se habla de que fueron menos personas que en 2013; que eran más porque les pagaron el traslado a quienes viajaron miles de kilómetros desde las diferentes provincias; que la tormenta representó el fin de ciclo K; que los choripanes de la Plaza eran gratis; que a través de la sube el gobierno controlaba quienes participaron, y en caso contrario le sacaban los planes sociales; que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en un polémico giro corrió tres días la fecha del festejo para lograr una mayor convocatoria y presionar a la oposición en medio de la caliente campaña electoral. En fin…
Por su parte en las tapas de los grandes diarios, ya acostumbrados a ocultar y desinformar los grandes festejos y logros del oficialismo, solo se dignaron a hacer referencia a un fragmento del discurso que dio la Mandataria sobre el cierre del festejo, y reinterpretarlo a imagen y semejanza de su paradigma de análisis. “La  Presidenta durísima con la Justicia, en la Fiesta de la democracia”, “Cristina criticó a la Justicia y defendió a los funcionarios investigados”, dicen la únicas notas en el Diario La Nación que se atreven a nombrar el hecho político. Como era de esperarse, en la misma línea pero en un gesto aun mas desesperado, la tapa del diario Clarín titula cual pasacalles gigante en una letra que practicamente no entra en el papel: “Al hotel de Cristina ahora lo opera una empresa `pantalla´”.
Yo me pregunto qué lógica ponen en práctica estos diarios, así como sus periodistas, los candidatos protegidos o los lectores, para obviar con tanta impunidad y hasta cinismo una cuestión central que diferencia al Kirchnerismo del resto de las propuestas políticas vigentes: les guste o no ayer más de cien mil personas se trasladaron desde los lugares más recónditos de la Argentina profunda para protagonizar una Fiesta popular por los 31 años de Democracia ininterrumpida. Ya no les alcanza con estigmatizarlos y tildarlos de borrachos, negros planeros, provincianos o choripaneros sino que cada vez más deben acudir a la negación de los hechos para sostener el relato del fin de ciclo.
Ayer miles de familias enteras, cientos de micros de jóvenes militantes fervorosos por un nuevo acercamiento, grupos de amigos, intelectuales, reconocidos artistas, referentes de la cultura popular, militantes de los derechos humanos, entre otros sectores, concurrieron, más allá de los pronósticos, y se apropiaron de la Plaza de Mayo para festejar porque se sienten parte de un colectivo que los contiene, los identifica y los interpela en cada gesto político.
Llegaron en colectivo, tren, auto o bici. Algunos trajeron sus banderas y remeras gastadas con la cara de Néstor, otros prepararon el mate y las galletitas. Los más previsores llevaron  milanesas caseras o sándwiches en un Tupper. Si bien la lluvia complicó bastante el despliegue previsto, nadie puede ocultar que todos fueron movilizados por un proyecto de país que pone por primera vez en varias décadas de historia al pueblo como constructor y protagonista de los acontecimientos. Como señaló en su discurso la Presidenta ninguna propaganda, slogan o campaña electoral, por más costosa o marketinera que sea, conseguirá igualar lo que genera un proyecto colectivo, y eso los desestructura.
El Kirchnerismo se trata de un modelo político cultural que rompe visiblemente con los estereotipos del mercado para dirigirse a los estratos sociales que, hasta ahora, fueron excluidos del modelo de Identidad Nacional hegemónico. Ante esta situación y frente a las propuestas  liberales de los monopolios y las corporaciones enquistadas en el poder, el gobierno se planta y redobla la apuesta desde diversos frentes: anulación de las leyes de impunidad; Juicio a militares y civiles responsables de la dictadura; Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; creación de  Paka Paka, DeporTV, Canal Encuentro, TDA; Asignación Universal por hijo y por embarazo; apertura de Tecnópolis; Relevamiento de Centros Clandestino de Detención y Creación del Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH (en la ex ESMA); Establecimiento del 24 de marzo como el Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia; Creación de las Casas del Bicentenario y Puntos de Cultura en todo el país; lanzamiento de los programas Procrear y Progresar; el Plan de vacunación más completo de la historia; Distribución de 3.400.000 netbooks en el marco del Programa “Conectar igualdad”; Ley de Fertilización Asistida; derogación de la Ley de Flexibilidad Laboral y recuperación de las negociaciones paritaria; Estatización del Correo argentino, AYSA, Aerolíneas Argentinas, e YPF; Ley de Matrimonio Igualitario y ley de Identidad de Género; Eliminación de las AFJP y estatización de los fondos de los jubilados e incorporación de más de 4 millones de nuevos jubilados; repatriación de científicos, creación del Ministerio de Ciencia, y el exitoso lanzamiento del ARSAT 1 que no casualmente ayer realizó su primera transmisión.
Políticas públicas concretas, reales y tangibles que en 11 años y 7 meses de gestión han transformado un país que fue devastado por iniciativas  dirigidas directamente al beneficio de los grupos concentrados, que generaron un proceso de exclusión social sin precedentes, amparados en un aparato comunicacional del cual el grupo Clarín es su mayor expresión. Quienes aun observan la historia desde aquel desafortunado paradigma, citando al pensador nacional Arturo Jauretche “la madre de todas las zonceras: civilización y barbarie”, no entienden y nunca entenderán una lógica política que mide el éxito de una gestión desde el bienestar y la alegría de un actor que intentan negar y hoy es protagonista: el pueblo.

Un nuevo hecho político y cultural en el marco del festejo de los 31 años de Democracia pone de forma excluyente al Kirchnerismo al frente de las banderas de la inclusión y la lucha por los Derechos Humanos. No dejo de sorprenderme con los pobres razonamientos que leo desde el sábado que no hacen más que repetir la lógica impuesta por el monopolio mediático y los valores de la postmodernidad neoliberal: se habla de que a la Plaza da Mayo fueron menos personas que en 2013; que eran más porque les pagaron el traslado a quienes viajaron miles de kilómetros desde las diferentes provincias; que la tormenta representó el fin de ciclo K; que los choripanes de la Plaza eran gratis; que a través de la Sube el gobierno controlaba quienes participaron, y en caso contrario le sacaban los planes sociales; que los "llevaron" como sostuvo en su programa Mirtha Legrand; que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en un polémico giro corrió tres días la fecha del festejo para lograr una mayor convocatoria y presionar a la oposición en medio de la caliente campaña electoral. En fin…

Por su parte en las tapas de los grandes diarios, ya acostumbrados a ocultar y desinformar los grandes festejos y logros del oficialismo, el domingo solo se dignaron a hacer referencia a un fragmento del discurso que dio la Mandataria sobre el cierre del festejo en el que cuestionó a la corporación judicial, y reinterpretarlo a imagen y semejanza de su paradigma de análisis. “La  Presidenta durísima con la Justicia, en la Fiesta de la democracia”, “Cristina criticó a la Justicia y defendió a los funcionarios investigados”, dicen la únicas notas en el Diario La Nación que se atreven a nombrar el hecho político. Como era de esperarse, en la misma línea pero en un gesto aun mas desesperado, la tapa del diario Clarín titula cual pasacalles gigante en una letra que practicamente no entra en el papel: “Al hotel de Cristina ahora lo opera una empresa `pantalla´”.

Me pregunto qué lógica ponen en práctica estos diarios, así como sus periodistas, los candidatos protegidos o los lectores, para obviar con tanta impunidad y hasta cinismo una cuestión central que diferencia al Kirchnerismo del resto de las propuestas políticas vigentes: les guste o no el sábado más de cien mil personas se trasladaron desde los lugares más recónditos de la Argentina profunda para protagonizar una Fiesta popular por los 31 años de Democracia ininterrumpida. Ya no les alcanza con estigmatizarlos y tildarlos de borrachos, negros planeros, provincianos o choripaneros sino que cada vez más deben acudir a la negación total de los hechos para sostener el imaginario social del fin de ciclo.

Miles de familias enteras, cientos de micros de jóvenes militantes fervorosos por un nuevo acercamiento, grupos de amigos, intelectuales, reconocidos artistas, referentes de la cultura popular, militantes de los derechos humanos, entre otros sectores, concurrieron voluntariamente, más allá de los pronósticos, y se apropiaron de la Plaza de Mayo para festejar porque se sienten parte de un colectivo que los contiene, los identifica, los interpela en cada gesto político y defiende, como ningún otro sector, los verdaderos valores de la Democracia.

Llegaron en colectivo, tren, auto o bici. Algunos trajeron sus banderas y remeras gastadas con la cara de Néstor, otros prepararon el mate y las galletitas. Los más previsores llevaron milanesas caseras o sándwiches en un Tupper. Si bien la lluvia complicó bastante el despliegue previsto, nadie puede ocultar que todos fueron movilizados por un proyecto de país que pone por primera vez en varias décadas de historia al pueblo como constructor y protagonista de los acontecimientos. Como señaló en su discurso la Presidenta ninguna propaganda, slogan o campaña electoral, por más costosa o marketinera que sea, conseguirá igualar lo que genera un proyecto colectivo, y eso rompe las estructuras.

El Kirchnerismo se trata de un modelo político cultural que rompe visiblemente con los estereotipos del mercado para dirigirse a los estratos sociales que, hasta ahora, fueron excluidos del modelo de Identidad Nacional hegemónico. Ante esta situación y frente a las propuestas  liberales de los monopolios y las corporaciones enquistadas en el poder, el gobierno se planta y redobla la apuesta desde diversos frentes: anulación de las leyes de impunidad; Juicio a militares y civiles responsables de la dictadura; Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; creación de  Paka Paka, DeporTV, Canal Encuentro, TDA; Asignación Universal por hijo y por embarazo; apertura de Tecnópolis; Relevamiento de Centros Clandestino de Detención y Creación del Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH (en la ex ESMA); Establecimiento del 24 de marzo como el Día Nacional de la Memoria, la Verdad y la Justicia; Creación de las Casas del Bicentenario y Puntos de Cultura en todo el país; lanzamiento de los programas Procrear y Progresar; el Plan de vacunación más completo de la historia; Distribución de 3.400.000 netbooks en el marco del Programa “Conectar igualdad”; Ley de Fertilización Asistida; derogación de la Ley de Flexibilidad Laboral y recuperación de las negociaciones paritaria; Estatización del Correo argentino, AYSA, Aerolíneas Argentinas, e YPF; Ley de Matrimonio Igualitario y ley de Identidad de Género; Eliminación de las AFJP y estatización de los fondos de los jubilados e incorporación de más de 4 millones de nuevos jubilados; repatriación de científicos, creación del Ministerio de Ciencia, y el exitoso lanzamiento del ARSAT 1 que no casualmente ayer durante el acto realizó su primera transmisión...

Políticas públicas concretas, reales y tangibles que en 11 años y 7 meses de gestión han transformado un país que fue devastado por iniciativas  dirigidas directamente al beneficio de los grupos concentrados, que generaron un proceso de exclusión social sin precedentes, amparados en un aparato comunicacional del cual el grupo Clarín es su mayor expresión. Quienes aun observan la historia desde aquel desafortunado paradigma, citando al pensador nacional Arturo Jauretche “la madre de todas las zonceras: civilización y barbarie”, no entienden y nunca entenderán una lógica política que mide el éxito de una gestión desde el bienestar y la alegría de un actor que intentan negar y hoy es protagonista: el pueblo.