Es evidente que la desigualdad ha estado permanentemente presente y no me refiero a que nunca haya habido una distribución más o menos igualitaria de los bienes materiales e inmateriales (como el acceso a la cultura, a la educación, a la salud) sino al hecho de que se pueden identificar inequidades escandalosas. Las sociedades esclavistas, muchas muy lejanas en el tiempo, pero otras relativamente cercanas como las existentes en Estados Unidos y Brasil, sean tal vez las más deleznables. Sin embargo la desigualdad extrema se dio en la India, con su  división en castas, en los siervos de la gleba, en la explotación inhumana de los pueblos originarios durante la colonización, en los comienzos de la revolución industrial con jornadas laborales de 14 o 16 horas y el trabajo de niños de muy temprana edad, hasta llegar a nuestros días con una concentración inédita de la riqueza en muy escasas manos.

Si bien esto es una constante también es cierto que hubo épocas de mayor desigualdad y otras en las que disminuyó y momentos en que la misma fue más percibida y combatida con fuerza. En Europa la desigualdad entre la nobleza y el clero con respecto a las clases bajas rurales y urbanas no dio signos de modificarse durante siglos hasta que estalló la Revolución Francesa.

La lógica empleada por los que detentan inmensas fortunas para incrementar las mismas es implacable y cuenta con la ayuda de una enorme capacidad informática que construye los más sofisticados modelos para generar nuevas riquezas, en la gran mayoría de los casos puramente especulativa, sin ninguna mejora de la economía real. Sin embargo, toda esa lógica parte de una absoluta irracionalidad ya que no se formula una pregunta elemental: si una persona tiene una fortuna inimaginable e imposible de consumir en su vida ni por muchas generaciones futuras ¿para qué quiere tener más? ¿Es tan pobre su espíritu que no se le ocurre otra cosa más que un incesante proceso de acumulación de lo que ya tiene en demasía, aún a costa del sufrimiento de innumerables seres humanos?

El incremento de la desigualdad derivada de la aplicación de las políticas neoliberales que no conciben ningún tipo de regulaciones  a los mercados e idolatran la propiedad privada sin límites parece ser considerada como natural y/o inamovible para gran parte de la sociedad. Esta situación puede crear pesimismo y desesperanza a quienes quisieran que tienda a modificarse para generar una sociedad donde la justicia y la solidaridad sean valores compartidos.

Sin embargo ya hay signos que permiten ver el futuro a corto o mediano plazo con optimismo. Son cada vez más las voces que denuncian la inequidad insoportable que se hizo más patente con la acumulación de vacunas contra el Covid 19 por parte de los países ricos en desmedro de la gran mayoría de la población mundial y el hecho de que la pandemia sirvió para profundizar la brecha entre los muy ricos y los muy pobres. Hoy la desigualdad es condenada por el papa Francisco y líderes religiosos de otras creencias en incontables oportunidades y numerosos documentos, revelada con gran cantidad de datos por Thomas Piketty y acusada por cada vez más intelectuales, organizaciones sociales y políticas en todo el mundo, a pesar del muro de silencio que pretenden erigir los medios informativos concentrados, en manos y/o al servicio de los que hacen un culto de la codicia.

Pero tenemos ejemplos de injusticias que la sociedad aceptaba como naturales hasta hace poco tiempo que se están revirtiendo. Claro que esos cambios no se producen  en forma espontánea sino que se van construyendo histórica y políticamente y son el resultado de la lucha.

Hasta hace no mucho se consideraba normal que las tareas de la casa y de cuidado fueran responsabilidad exclusiva de las mujeres, que ellas tuvieran retribuciones menores a la de los hombres por el mismo trabajo, que estuvieran muy sub representadas en los lugares más altos de la política, de las ciencias, del arte, de los negocios, etc. La lucha se inició hace bastante tiempo con las primeras sufragistas en momentos en que no se les reconocía ningún derecho político y que los bienes eran administrados primero por sus padres y luego por sus maridos, continuó en distintas etapas y de pronto hizo eclosión como una marea que no terminó pero que consiguió derechos y una vigencia en la sociedad impensada pocos años antes.

Otro ejemplo impresionante es el reconocimiento que lograron las minorías sexuales masivamente consideradas pecaminosas, enfermas, inferiores y peligrosas. Basta ver programas no demasiado viejos de televisión para constatar el grado de burla y perversidad ejercido sobre homosexuales, lesbianas, transgéneros y transexuales. Sin embargo la lucha de esas personas logró reconocimiento legal en muchos países y sobre todo ser visualizadas y valoradas socialmente. Si bien queda mucho camino por recorrer es evidente el avance producido.

Lo más importante es que esas discriminaciones e injusticias dejaron de considerarse naturales..

Si hoy, gracias al accionar combativo de las mujeres, es condenable penal y socialmente la violencia física o sicológica ejercida por los varones en el hogar, es de esperar que en el futuro también se considere condenable penal y socialmente la fuga de capitales hacia guaridas fiscales retaceando al país que dio la posibilidad de obtener esos capitales de los aportes fiscales y de inversiones que le corresponderían.

Si ahora se considera intolerable el acoso en los lugares de trabajo también debe ser despreciable el accionar de los fondos buitres que obtienen ganancias siderales sin aportar absolutamente nada a la sociedad y produciendo un grave deterioro a la misma.

Si en estos tiempos es inconcebible considerar a la obediencia y la sumisión como virtudes propias de las mujeres sería de esperar que en futuro fuera tan inconcebible la obscena ostentación de riqueza y poder que hoy exhiben los muy ricos.

Si gracias al accionar de las minorías sexuales es vergonzoso enrostrar la orientación sexual como insulto del mismo modo sería bueno que sea objeto de vergüenza el negarse a colaborar en plena pandemia con una pequeña parte de su gran fortuna por parte de quienes recurren a la justicia para no hacerlo

Más temprano que tarde esto llegará pero para ello hay que luchar y el combate de las mujeres y las minorías sexuales son ejemplos que nos dan una luz de esperanza.