Aletheia es el término griego equivalente a “Verdad”. Se conforma con el prefijo “a”, que funciona como oposición, del mismo modo que en el castellano, y con “letheia”, que significa ocultar y se encuentra emparentado con el mítico río Letheo, el río del olvido. De este modo, la Verdad es una acción, “un correr el velo”, un “des-ocultar”, o, en términos de Platón, un “dejar de olvidar”. Tal aclaración permite comprender la importancia que tenía la memoria para el creador de La Academia pues ésta cumplía un rol central en el acceso al conocimiento y a la Verdad.

Hubo una abuela que no olvidó, que corrió todos los velos que hizo falta correr y hubo un nieto que tuvo la actitud más filosófica que puede haber: la sospecha. También hubo un Estado democrático y una política de Estado que derogando las leyes de impunidad que amparaban a los genocidas buscó reparar la barbarie asesina de una dictadura. Y todo esto generó el más deseado de los encuentros, el encuentro entre una abuela y un nieto que, parafraseando a Galeano, eran dos por un crimen que la justicia y el amor corrigen… a tiempo.