La alianza “Cambiemos” abordó la prescripción del “circulo rojo” reduciendo retenciones, impuestos, y subiendo algunos gastos sociales para morigerar el impacto de su evidente impopularidad.

Me propongo no cometer el mismo error del economista neoclásico-monetarista, que utilizó su propia lógica y adiestramiento, para analizar un gobierno popular. Por eso es que, razonando con “la lógica de un economista PRO”, se han elevado los riesgos de mantener, y aun de aumentar los números rojos del déficit en 2016. Incluso asumiendo los alegres “supuestos macro” del ministro “anti grasa”, quien vislumbra un crecimiento del PBI de entre 0,5% y 1% en 2016, con una tasa de inflación de entre 20% y 25%. En ese supuesto, para achicar el déficit primario, se necesitaría que los gastos asciendan bastante por debajo de la tasa de crecimiento de los ingresos. Si lo que creo mas probable, el PBI no crece en 2016-para mi es el escenario optimista: crecimiento “cero”- y, la inflación complazca con 30%, habría que asumir un compromiso de bajar 5/6% mas el gasto primario, que los ingresos, lo cual generaría un desborde social que no deseo ver, porque tornaría inviable la continuidad del equipo económico. Los ingresos fiscales solo aumentan por encima del gasto primario, en un contexto de crecimiento cuando la recaudación no se ve disminuida, y no se otorgan reducciones de impuestos y retenciones, como ya se hizo. Ni en el mejor de los casos la caída de los ingresos fiscales será 1,2/1,3% del PBI como presume el gobierno, por lo tanto, se instigaría un ajuste del gasto mayor al informado a la población para poder cumplir con la meta fiscal, algo que ni siquiera Milton Friedman recomendaba (Friedman le aviso a Pinochet en 1975 que, cualquier cosa que decidiera hacer en términos de ajuste, habría de informársela muy certeramente a la población, eso ayudaría mucho). En otro orden de cosas, en los últimos días hemos visto a Schiaretti deshacerse en elogios a Macri, y a Frigerio rosqueando a todo vapor con algunos gobernadores, las promesas de transferencias a provincias y obra pública han sido importantes, no hay alternativas, ya que en un mes hay que abrir el Congreso, y se necesita ayuda para legalizar los DNU, del nombramiento de los jueces de la Suprema Corte y tantear cambiar las leyes que impiden un acuerdo con los fondos buitres. Recuerde también, que es mucho el porcentual de gasto público ajustable-jubilaciones-planes, etcétera, y por lo tanto inflexible a la baja, lo que llevó a que la cifra para la disminución del gasto procediera del enorme “tarifazo” y recorte de subsidios. El gobierno tomó las primeras medidas, mediante resolución del Ministerio de Energía y Minería, con un ajuste feroz de los precios eléctricos mayorista, hasta el mes de abril.

Pese a la dimensión del incremento, no es más que un primer paso. Este aumento tarifario genera una reducción del gasto en subsidios del orden de 0,5% del PBI, por eso es obvio concluir, que no terminará todo aquí. Al mismo tiempo que los nuevos precios durarán hasta abril, cuando entre en vigencia un nuevo cuadro tarifario con ampliaciones sobrepuestas, no informado todavía. Al distribuir el aumento en nuevos avances, la política energética se hace imprevisible para potenciales inversores, que difícilmente destinen fondos en la arquitectura de una represa hidroeléctrica que no permite inferir la tasa interna de retorno. Además, si alguien pensaba en una ampliación de su planta industrial, ahora no tiene parámetros.

En resumen, el recorte de retenciones e impuestos para obedecer las imposiciones de la esponzorización y el mecenazgo, más la inflexibilidad a la baja del gasto público, la necesidad política de aumentar las transferencias a las provincias para acoplar acuerdos de legitimación de los DNU y los enormes conflictos sociales para poder implementar los ajustes tarifarios, exhiben el riesgo de que no se puedan lograr los objetivos de reducción del déficit fiscal. Vista la otra realidad, que además no se puede conseguir todo el financiamiento para equilibrar el presupuesto, comienza una cuenta regresiva, en términos del cheque recibido de los aliados, que cláramente no ha sido en blanco, y tiene fecha de vencimiento.