Si hay algo insano e inhumano es la arrogante presunción de ser neutro. Es como querer vivir sin cagar.  

Ni con uno ni con otro, plañen como Pilatos cuando asustado del sentenciado a la cruz, dijo que él no opinaba: y se quedó en el palco mirándolo retorcerse. La palabra neutral no es neutra: porque precisamente significa “ni con uno ni con otro”. explica que no se está con nadie. Y “nadie” es alguien.

Por eso cuando se ve a muchos querer lavarse en esas aguas presuntamente imparciales, me pregunto si los incita la necesidad de no tener una sola mancha o la de evitar mancharse comprometiéndose. O, lo que es peor: enchastrarse a solas sin que se note. Paulo Freire, el pensador y educador brasileño, pensaba que la neutralidad no era más que el miedo de revelar un compromiso. El de eludir expresarse públicamente. A veces un protagonista mide sus intereses populares y confía en que la neutralidad explícita lo torna favorable a todos los públicos. A cualquier sobremesa. Y a la arbitraridad y la parcialidad las oculta por cobardía y vergüenza. Arguye que odia los fanatismos, sin decirnos que su fanatismo es mentirnos su neutralidad. No leen a Calderón de la Barca:“ Si la neutralidad sigo/a andar solo me condeno/ porque el neutral nunca es bueno/ para amigo ni enemigo”.

A la corta o a la larga hay que saltar hacia algún lado. ¿Y el que se queda en el medio del salto? El medio de un salto es aire. Es vacío. Y si no se salta ya es quedarse en uno de los dos lados.  

La fantasía de los aspirantes a neutrales es no quedar desubicados con ningún movimiento. Porque su ubicación tradicional es estar ubicados en un lado explícito.   Son los que en Derechos Humanos suscriben la ubicación de ser centro entre los dos demonios. Bien saben que hay uno solo, y no dos ni tres. Pero se acomodan en un hipotético medio equidistante para no confesar que se comprometen a favor del único demonio que existe. Pero para no denunciarse de lo que eligen inventan el otro. También están los que en la definición de la Ley de Medios dicen que no están ni con ningún bando. Ni con los grupos como Clarín o las corporaciones dominantes, ni con los fanáticos oficialistas que se le oponen. Son la Suiza utópica del periodismo y de la política. Llevan la camiseta de su equipo puesta pero simulan que no la llevan. ¿Cómo van a ser neutrales con esos patrocinantes y con esos lectores, televidentes y oyentes que convocan?   En sus marchas “neutrales” por justicia independiente  se oponen sin neutralidad al Gobierno y al pueblo que lo ha elegido. Por eso es un avance histórico que a la neutralidad no se la crea nadie. Porque es una idea que ni Dios concibe. Él no es neutral y la Creación es la prueba; nada hay en ella que no sea el Bien o el Mal. El cielo o el infierno. Y Francisco, el Papa, es su garante. Vino a Sudamérica a mostrar su parcialidad. Y a dejar sin argumento a los falsos neutrales.