Los argentinos leales a su origen e identidad oyen por estos días el gutural sonido que emiten los buitres. A ese sonido se le llama “crascitar”, aunque también se dice que son mudos y que apenas si gorgotean satisfechos cuando tienen el buche lleno de tripas y de sangre. Pero para los argentinos “cipayitos”, en cambio, los buitres trinan, gorjean, cantan como ninguno. Les ven el atractivo de un colibrí o de una calandria. Es que los cipayitos sienten el goce al revés: cuando la patria pierde, no cuando gana. Sus deseos contrarían los deseos del pueblo. Desean que el seleccionado de fútbol sea eliminado rápidamente y que Messi fracase; que choquen los trenes nuevos y que cada vez haya más delitos que gente; así como ahora desean que los Fondos buitres devoren las entrañas de la Argentina llevándose la plata de la ANSES y dejando en pelotas a los jubilados. Desean que las corporaciones se tomen la revancha, que el periodismo dominante vuelva a sus tiempos de poder y de gloria y que sus servidores mediáticos recuperen su antiguo prestigio falso; y que las fuerzas productivas sean liberadas del saqueo populista del Estado. Los cipayitos retozan mirando hacia afuera a otras patrias. Se pajean en abstracto en el espejo abstracto de países que imaginan ricos y felices. Reniegan de la idea latinoamericana porque los atrae la idea global aunque sea ajena y extorsione y extraiga; y rechazan por distingos de elite la integración con pueblos sudamericanos sean indígenas o pobres, morenos o atrasados. Adoradores de la riqueza en sus propias manos no la conciben en las manos de los pueblos pero sí en los picos de los buitres. Los ejércitos conquistadores de la antigüedad incorporaban cipayos; después fueron famosos los cipayos indios al servicio del colonialismo inglés, y  aquí , en los años treinta Jauretche maloliendo tanto medio pelo resignificó la palabra. Hoy el cipayismo argentino recluta cipayitos. El diminutivo los define como adoradores de buitres financieros. Tan pequeños como mugrosos.

Las cuevas y madrigueras donde se reproducen en la Argentina, que  tradicionalmente son las corporaciones, las bancas, las consultorías económicas y las organizaciones oligárquicas, ahora cuentan con nuevos habitat donde anidar y procrearse. Ven cuervos acercarse y se sienten pertenecer a esa fauna. Porque los cipayitos crascitan con gula en el periodismo buitre. 

Parece mentira que vivan con nosotros.