Me preguntaron de varios medios, y seguirán preguntando, el diagnóstico psicológico y las posibles causas mentales que pudieron llevar a que Fernando Sabag Montiel haya intentado matar a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Según “conocidos”, se trata de un ser humano errático e inconstante, que ha cambiado de estilos y de estéticas y que buscaba sacarse fotos y estar cerca de músicos famosos. Y hay otros relatos, de origen dudoso, mezcla de realidades y fantasías, que se van saliendo apurados por el impacto de la tremenda noticia.  

   Hablan sus posteos en redes sociales y los mensajes de odio. Habla su cuerpo tatuado, símbolos compatibles con el nazismo y otras violencias simbólicas. Hablará la memoria de su teléfono, los objetos allanados en su domicilio, familiares y testigos. Habló su acto. Y quizá en algún momento hable con sus labios. ¿Pero acaso esas palabras y descripciones alcanzarán para definir el perfil psicológico de un eventual asesino?

   Las sociedades construyen y destruyen subjetividades. No nos extraña cuando un adolescente entra en una escuela de EEUU y mata a tantas niñas y niños, ¿por qué debería extrañarnos el casi asesinato de Cristina? ¿No es consecuencia de las políticas y discursos imperantes?

   Que el diagnóstico y el pronóstico del casi asesino lo determinen las pericias psicológicas y psiquiátricas. Lo cierto es que en una sociedad donde la oposición y el periodismo inscripto en esas filas se manifiestan con imágenes de Cristina ahorcada, con simbologías de la muerte y el resentimiento, con discursos tan dañinos como una peste que se propaga más que el coronavirus, la irrupción de un tal Fernando Sabag Montiel no debería sorprendernos, se trata de un hijo natural de esas políticas, parido desde la militancia que está a favor de la muerte.

   Que condenen al casi asesino, pero también condenemos a la injusta justicia, a la clase política y al periodismo que propaga odios y resentimientos. Y que este acto ilumine a una buena parte de la sociedad que no es crítica, que se queda intoxicada con la droga que les regalan los refutadores de la vida. Es un momento fundamental, bisagra, para trabajar definitivamente a favor de la paz, o como dijo Gandhi, en el ojo por ojo de la violencia todos acabaremos ciegos.