No es un problema académico. Pero de eso lo disfrazan. “Presumía que no era abogada –barrabraveó el que la va de constitucionalista-. Ahora tengo la convicción. ¡Que muestre el título, que no lo esconda más!”. Y sembró la duda entre los ávidos por razonamientos cloacales y por basura verbal. Pero él no tiene un inconveniente académico con la Presidenta; lo que le molesta es que el derecho deje de ser ese idioma encriptado al que sólo acceden los elegidos o los poderosos.


No es un problema de xenofobia. Pero de eso lo visten. La legítima preocupación de ciertos núcleos progresistas acerca de una posible modificación al Código Procesal Penal que coloca como centro del debate a los extranjeros fue convertida –tan luego- por el diario La Nación en caballito de batalla para oponerse a la propuesta gubernamental. “La expulsión de extranjeros podría aplicarse en pocos casos”, dijeron, porque “según las estadísticas del Servicio Penitenciario Federal sólo uno de cada cinco presos es extranjero”. Descubrieron este 25 de octubre que no todos los males del mundo vienen de los países limítrofes. Ellos, que de Julio Argentino Roca para acá (incluso, a veces, violentando al propio Bartolomé Mitre presidente) han demostrado cuán mal les hace lo morocho del continente.


No es un problema de republicanismo. Hacen alharaca de supuesto espanto con una aprobación “a libro cerrado”, con un  “trámite exprés” o con cierto “apuro en la sanción”. Pero lo que les molesta es que a un año del recambio y con una presidenta sin posibilidades de reelección, sea ella quien se mantenga en el centro de la escena y que cope el protagonismo de la agenda. El conflicto lo tienen con la democracia, por eso a las mayorías parlamentarias, estos enojones le llaman “oficialismo que se impuso”.


No es un proyecto que concentre el mundo de las redes lo que les preocupa. Ya han perdido hasta la originalidad y a la iniciativa de un nuevo régimen para las Telecomunicaciones le estamparon el ya gastado “ley K”. “Permitirá que las telcos y Claro puedan ingresar a un nuevo mercado”, escribieron horrorizados. “Se trata de un sector en el cual los prestadores fijan sus precios libremente”, firmaron con espanto. “Cualquier operador podrá usar las redes de otros”, sostuvieron estremecidos. “Habrá una autoridad de aplicación con demasiado poder”, publicaron llenos de pavor. Y voceros, alfiles y representantes del mundo de la política están, desde hace 72 horas, con el sonsonete. Y como si no alcanzara con la burla, se muestran sobresaltados, ellos, los jerarcas de los oligopolios y de la ley de la selva del libre mercado porque “se estaría habilitando algo que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual prohíbe”.


No es un problema de independencia judicial y jurídica. Aunque de eso la travistan. “hubo un murmullo generalizado en el Poder Judicial. El nuevo Código Procesal Penal que el Ejecutivo busca instalar, promete más poder a los fiscales, con un sistema de naturaleza acusatoria que vuelve a los jueces simples tomadores de decisiones. Una justicia a primera vista, más inclusiva y expeditiva. Sin embargo, los fiscales acostumbrados a perseguir delitos de corrupción tomaron esto con pinzas. El creciente poder detentado por la procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó y sus nombramientos de candidatos alineados con la Casa Rosada generaron fuerte polémica. Con esta reforma ¿el kirchnerismo busca cuidarse de futuros juicios tras terminar su ciclo y atar de manos a los investigadores?”, se preguntaba con supuesta sutil ironía pero más cerca del lodazal el émulo local de la brasilera Veja que no logra terminar de serlo porque no llega a masiva. Saben la respuesta, pero se la callan para poder ensuciar: silencian que fue esta jefa de fiscales la chica brava que se le plantó al propio Néstor Kirchner y se opuso al inicial visto bueno a la fusión de Multicanal y Cablevisión, convicción que sostiene incluso al día de hoy.


No es un problema de evasión.  Aunque bajo esa bandera lo encubran. Apuntaron pero con objetivo de tiro por elevación: “Báez usó facturas falsas para evadir millones de pesos en impuestos”, fue el título de tapa. Para enlodar y que en la mugre se pierda el dato gordo, el de los peces gordos. Mostraron para tapar. Retintinearon para ocultar, nos sobreinformaron –como suelen hacer- para esconder, que “la AFIP dio a conocer un listado de 1200 empresas, entre las cuales figuran varias de las más grandes del país, que enfrentan causas penales por presentación de facturas falsas en operaciones en donde se habrían evadido 1200 millones de pesos”; que entre las investigadas hay –efectivamente- cuatro firmas de Lázaro Báez, pero que la lista de los evasores incluye a: Aceros Zapla, Aeropuertos Argentina 2000, AGCO, Andreani, Arcor, Abappra, Acara, Automóvil Club Argentino, Autopistas de Sol, Banco Piano, BBVA, Blanquiceleste, Boldt, Cablevisión, Cadbury, Carrefour, Cencosud, Ciccone, River Plate, Don Satur, Emepa, Esso, Exxonmobil, Famila Manera, Fundación Bunge y Born, Frávega, Minetti, Laboratorios Bagó, Metrovías, Molino Cañuelas, Monsanto, Newsan, Nidera, Nokia, Pol-ka, Radio Mitre, Siderca, Siemens, Skanska e YPF (bajo la gestión de Repsol); que el fraude es por no pagar impuestos, que la lista final es de 1200 empresas y que hay 750 causas penales abiertas.


No es un problema de libertad de expresión, aunque se llenen la boca y se empalaguen con que la Corte le “puso un límite al avance del Gobierno sobre los medios de comunicación”, con que pagar estos impuestos “llevaría a muchas de estas compañías a la quiebra o desaparición, con grave afectación a la libertad de expresión y de prensa” y con que “el fallo de la Corte protege a medios frente a presión de Afip”. No nos cuentan que estos medios de comunicación podrán seguir descontando los aportes patronales en la liquidación del IVA, es decir, podrán continuar vaciando dos cajas con las que Argentina incluye a diario: la de la recaudación fiscal y de la ANSES. No nos dan detalles de que fue durante la agonía de la Alianza en 2001 cuando se estableció por decreto un régimen que permitía tomar las contribuciones patronales como crédito fiscal. Ni nos dicen que el régimen fue derogado en abril de 2003, que a los medios de prensa y el transporte automotor de carga se lo extendió hasta julio del mismo año. Que vencido ese plazo, todos debían volver a tributar como lo hacían anteriormente pero que un grupo de diarios obtuvo una medida cautelar que le permitió seguir gozando de la excepción. Que el fallo fue revocado por la Cámara en lo Contencioso Administrativo con más que contundentes argumentos, que los créditos estaban previstos en el contexto de la crisis y que fue en los pliegues y repliegues de los recursos judiciales donde lograron lo que obtuvieron de esta Corte que ya no prestigia Raúl Eugenio Zaffaroni. Y, sobre todo, de lo que no hablan es de cómo los diarios provinciales pagaron peso sobre peso para cancelar su deuda, que lo que deben Clarín y La Nación –solos- supera en decenas de millones el pasivo que poseían los medios gráficos del interior y que con esta determinación de la Corte terminan pagando más de IVA publicaciones como La Vaca, La Garganta Poderosa, La pulseada o Barcelona que los diarios dueños de Papel Prensa.


No se trata ni de problemas técnicos, ni jurídicos, ni financieros. Son los mecanismos técnicos, los canales jurídicos y las investigaciones financieras las herramientas que tienen los Estados para dejar de ser los bobos del grado, para forjarse espalda y enfrentar a esas corporaciones, que lo único que esperan de la administración pública es que baje la cabeza cuando le mandan, les hagan los deberes, se estaticen sus aprietos cuando ellos anden flojos de cash y se construya el andamiaje legal que les sostenga a ellos el afán, el afano y el embate descarado.


El problema sí es el kirchnerismo. Por su más importante mérito: que nos avivó. Llegó, corrió el telón y nos permitió acceder al backstage, a la cocina de la política, la enunciada y la otra. Nos mostró las bambalinas y puso luz sobre los hilos. Puso lupa y no nos dejó más alternativa que ver y aprender a diferenciar entre marionetas y titiriteros. Nos quitó la inocencia. Ya nadie puede decir que no sabe. Los disgustados tienen el cinismo como opción y los mal intencionados, la tergiversación. Pero el hacerse los distraídos ya no es una alternativa creíble.


El problema es haber puesto patas para arriba las definiciones instaladas como naturales. Que nuevos paradigmas le cuestionen al saber establecido qué es lo que sabe; que le interroguen al capitalismo cuánto puede incluir; que le pregunten a lo que algunos llaman República cuál es su democracia; que le increpen al Poder Judicial cuánto imparte de Justicia; que indaguen en cuán poco hay en la libertad de empresa de derecho a la comunicación y que interpelen a la tecnocracia para descubrirles su falta de ascetismo.


El problema es que ya no sea un niño gritando solo. El problema es que miles exclamen que el rey está desnudo. El problema es que millones puedan verlo. Porque el sistema tiene un problema: a él no le gusta exhibir sus intimidades, no le gusta mostrar lo restringido. No le gusta que nos demos cuenta cuánto había de oculto. Ahí, exactamente allí, es donde tienen el problema.