Soy hija de madre soltera. Allí donde para otros hubo madre y padre, para mí hubo madre y madre. Y digo hubo porque ya no hay. Es necesario que plantee esto para comentar lo que sigue.

Cuando Diego Maradona anda por ahí haciendo de las suyas y deja hijos desperdigados por el mundo, por un lado, siento que es su vida privada y ya tengo bastante con la mía. Pero por otro lado, cuando lo agreden y me surge  defenderlo de forma visceral, en esa área no puedo hacerlo, hasta allí llega el amor, la admiración, -que es profusa- y el agradecimiento a su zurda, la del pie, la de la gambeta, la que patea y la otra, la lengua. Bueno, esa también patea.

Ahí no puedo defenderlo, no puedo seguirlo en esa. Puedo pensar diferente y bancarlo igual, bancar el simple hecho de que pueda pensar y decir lo que quiera cuando le ponen un micrófono frente a la cara, esperando que lance sus opiniones. Pero en la de los hijos no, porque padecí ese abandono, porque lo llevo, literalmente, en mi apellido, con un alto orgullo que no vale la pena detallar aquí. No lo critico, no soy quien, pero no defiendo ese accionar.

Pero a Diego lo critican por eso y por sus adhesiones políticas, como si fuera un dirigente político, como si el que lo critica desde su casita no hubiera saltado de candidato en candidato, votado una cosa para luego criticarla o reafirmar su elección, como todos. Como si Diego tuviera que ser diferente. ¿Nadie votó a Menem? ¿Por qué en Diego es un error, un defecto y en millones de argentinos no? Eso es hipocresía, no más.

Diego banca a Cristina, a Néstor, a Chávez. Diego es eso, imagino que estuvo apoyando alguna vez a Menem porque ganaba por afano, porque la gente lo votaba, porque Diego veía ahí la elección popular, aunque vendió el país y nos ahogó en el neoliberalismo. Imagino, no lo se. ¿Diego se equivocó o se equivoca? Eso depende de la opinión política tuya, mía. De nuestra ideología. Pero lo que el piense es su problema, así como lo que él vote. Porque a mi nadie me pone en un banquillo para acusarme desde hace 30 años, a vos tampoco. Pero a él sí.

Admiro a Maradona, lo quiero y lo respeto porque es una de las personas que más alegría nos ha dado. Nos ha hecho explotar el pecho en un grito de felicidad, haciéndonos olvidar de todo por un rato, de todo excepto del gol. ¿Ustedes tienen mucha gente en su vida que haya logrado hacer eso? ¿Conocen muchas personas que logren alegrar así a pobres y ricos por igual? Yo no. Tampoco conozco mucha gente que haya surgido de un lugar tan humilde y privado de todo como Villa Fiorito y se haya convertido en el indiscutido mejor del mundo en algo.

Quizá haya que ir, nacer en la más cruenta pobreza, esforzarse, no abandonar y llegar al pico más alto en alguna disciplina, para saber qué se siente, para saber qué frío debe hacer allá arriba. Quizá haya que estar bajo el reflector de la fama toda la vida, que no te deja ni ir a tomar un café, inmerso en esa popularidad  que te absorbe, te chupa, te mastica y escupe. Te expone en todo, todo lo que hacés o decís puede ser objeto de escándalo y de comidita a decenas de programas de TV mediocres que creen que pueden juzgar tu vida junto al que te mira con el remoto en la mano y la fácil crítica colgando con desprecio de la boca.

Y en eso surge un tipo que se fue a vivir a Miami hace mucho y que desde allí cree que tiene algún tipo de retorcida autoridad moral para señalar a Diego y decirle cómo tiene que vivir. Esta persona, a quien yo desconocía hasta ayer, Javier Ceriani, escribió una carta abierta publicada en un medio de su país, -en teoría dirigida a Maradona-, donde dice que aprendió a sentirse orgulloso de “nuestro glamour europeo” allí en Estados Unidos.  En ese texto insulta y agrede porque Diego grabó un video apoyando a Chávez y Maduro en contra del intento de golpe en Venezuela. Y le pide perdón (?) a Venezuela en nombre de todos los argentinos por ello. Del norte tiran clavos quienes no sirven ni para martillo.

Este tal Ceriani opina sobre esto, tilda de mediocre a Maradona y lo imputa de ser “un pobre ignorante de la vida, de la historia y de la realidad actual del mundo”, acusándolo de recibir dinero para apoyar al gobierno venezolano. “Para muchos argentinos en el mundo Maradona hoy das asco y pena. Das ganas de pedir disculpas por SER ARGENTINO”, dice este sujeto de falsa  melena platinada.

Bueno, Javier Ceriani, seas quien seas y sobre todo, quien te creas que sos, a mi no me representan tus injuriosas palabras dichas desde el país que invade, viola, roba y mata a otros países desde hace siglos. Podrías pedir disculpas a Cuba por Guantánamo, pero no. Podrías pedir disculpas a Afganistán por la destrucción del país, a Panamá por el canal, a Haití por la invasión, a Bagdad por los muertos, pero no… te metés con Diego como si existiera algún escalón moral al que te hayas subido solito, creyendo que desde allí podés señalar con el dedo a voluntad a los demás, cuando en tu casa, Norteamérica, no les alcanza todo el papel higiénico del mundo para limpiarse el traste sucio. Que fácil, ¿no?

Un insignificante vende patria, acurrucado al calor del imperio, acusando a alguien que expresa libremente sus ideas. Porque no importa que Maradona haya llegado donde este hablador de cuarta no llegará jamás, importa que puede decir lo que piensa y lo hace, guste o no, porque van y le preguntan siempre, porque Maradona vende, porque lo buscan. A diferencia de este ciudadano de Miami, a Maradona le buscan la opinión sobre todo.

Y esa es una clara divergencia, ¿a quién le interesa saber qué piensa Ceriani de algo? O, ¿a quién le importa que opine yo de él? Evidentemente se ha de creer con algún tipo de autoridad para agredir, mentir y acusar así. Allá él y su imaginación disparatada. Evidentemente este muchacho tiene hambre de fama y quiere conseguirla a costas de Maradona, pero ni en eso resultó original. Y para el hambre ninguna solución mejor que comer. Porque todo puede reducir a eso: la diferencia entre la opinión de Javier Ceriani sobre Venezuela, Chávez, Maduro y Maradona y una pizza, porque a la pizza podemos llegar a pedirla. Así que hagamos eso y convidémosle una porción a Ciriani, así ocupa la boca en algo más útil que la injuria y la infamia.