Ningún Intendente se hace machista en el cargo. Lo son antes de asumir. Ningún político se hace el misógino como estrategia de campaña, aunque muchos disimulan. Pero Carlos Fernando Arroyo, Intendente del Partido de General Pueyrredon no, ni siquiera lo intenta. Es un hijo dilecto del patriarcado, y parece bastante orgulloso de serlo.

En sus campañas electorales desbordó machismo cada vez que se le escapó a algún asesor y habló frente a un micrófono. Y cuando ganó y asumió, no modificó sus expresiones retrógradas y rancias, muy por el contrario, las expuso sin titubeos cada vez que pudo.

Para muestra, algunos ejemplos, como aquel día en un acto en la Dirección de la Mujer que se quejó de los gobiernos que “Malgastan dinero en campañas que están de moda, como la de violencia de género”. O cuando afirmó, categórico: “Las mujeres son débiles, y hay que protegerlas para que cumplan su destino de ser madres”. ¿Han oído expresiones procedentes de un marco mental tan prehistórico? Bueno, en Mar del Plata ya a esta altura las podemos cosechar y hacer dulce.

Arroyo ofrece sin humildad todo un abanico de abominaciones que parecen extraídas del Decálogo del Machista Ortodoxo, si existiese tal manual. “Las niñas pueden tener el pelo largo, porque las mujeres pueden dedicarle cuatro horas a la cabeza. ¿No es cierto?”, fue otra de sus expresiones en una de las pocas intervenciones públicas en la campaña electoral que lo llevaría a la intendencia. Pero, aun así, en Mar del Plata y Batán obtuvo la mitad de los votos. Porque es un hecho terrible que nos gobierne un hombre con esos conceptos, un hombre que hace de la misoginia una forma de vida, pero es más espantoso que, aun siendo así a simple vista, haya cosechado las voluntades de uno de cada dos marplatenses que fue a votar. Y eso nos tiene que preocupar. Mucho.

Porque en Mar del Plata hemos sufrido femicidios que han conmocionado a la sociedad argentina y él ha tenido que reunirse con familiares de mujeres asesinadas por ser mujeres. E hizo prensa con eso, aun habiendo dicho públicamente que la violencia de género era una moda del kirchnerismo para perder plata, como ya citamos más arriba.

Pero Arroyo siempre fue así. En 2012, siendo aún concejal, votó en contra una resolución por la que el Concejo expresaba su beneplácito por la aprobación por parte de la Cámara de Diputados de la Nación de la incorporación al Código Penal de la figura del femicidio. Podemos comernos el verso de que no votaba a favor porque eran apoyos a leyes del kirchnerismo, pero nos quedaríamos con hambre.

            Hace unos días, recibiendo a los primeros turistas, pronunció otras de sus frases que llevarían a Mar del Plata a ser noticia nacional: “Tenemos que conseguir unos pesitos más para hacer un poco de asfalto y después mandar a alguna chica bonita a convencer empresarios que vengan a invertir a Mar del Plata”. La mujer objeto anulada como persona, la mujer como mercancía, la mujer como una cosa apta para ser usada a voluntad.

            Arroyo, quien siendo concejal nunca asistió a los actos por la Memoria, la Verdad y la Justicia los 24 de marzo, estuvo cerca del partido del ex carapintada Gustavo Breide Obeid, e integró la lista del represor Luis Patti en 2007, quizá ya nos había dado suficientes pistas en el pasado, pero no alcanzó. Así como no parece ser suficiente que hable de explotar sexualmente a una mujer para conseguir dinero. Porque el escándalo es pasajero, porque cada dos años podemos volver a elegir, podemos aprobar o condenar con nuestro voto. Y, a la vista de los resultados electorales que nos dejó el 2017, con Arroyo y sus candidatos de Cambiemos, no hemos aprendido nada. ¿Acaso tenemos muy fuerte cerrados los ojos, las manos firmes apretando las orejas, y cantamos a los gritos no oigo nada, soy de palo? O, mucho más plausible y terrible: a quienes lo eligen, no les importa nada de esto.

            Entonces, el camino no es educar a Carlos Fernando Arroyo, no porque tenga 72 y crea que no hay espacio para aprender, nada de eso. Porque Arroyo ya aprendió, ya sabe, decide ser así. No es que le faltan conocimientos, le sobra ignorancia. Y ante ese tipo de ausencia de cultura, es menester señalarlo, no dejarlo pasar, y utilizarlo como ejemplo de todo lo que no está bien en nuestra sociedad. Para educar desde la igualdad de derechos y oportunidades a nuestra comunidad. Explicarles, demostrarles que el machismo es uno los flagelos más profundos, crueles y arraigados que atraviesan nuestras vidas. Y no hay chiste que valga, porque no hay chiste en esto. Porque nos violan, nos desaparecen. Nos matan todos los días. Nos incendian. Nos tiran en bolsas de basura, nos descuartizan. Mientras, el intendente juega con la idea de prostituir a una mujer a ver si logra conseguir la guita que nunca sabría cómo gestionar en serio.

Me cuesta imaginar mujeres yendo a votar a Arroyo después de conocer su pensamiento. Me cuesta imaginar que este tipo de aberraciones queden al margen a la hora de elegir a nuestros representantes. Pero ya he visto cosas peores, querida imaginación.