Es sabido que a la hora del marketing todo vale para las empresas y es por eso que, en muchas ocasiones, los organismos del Estado necesariamente deben actuar para que ciertos valores, ciertas normas morales no sean trastocadas por alguna publicidad. Ejemplo de esto es lo que sucede a menudo con los comerciales del desodorante Axe, los cuales muchas veces han sido denunciados por transmitir mensajes que atentan contra la igualdad entre hombres y mujeres.

Se acerca el mundial de fútbol y Brasil es una temática adoptada por varias empresas (fundamentalmente las que sponsorean el evento) para promocionarse (como ésta que tiene a Oliver Stone como protagonista). Este es el caso de la multinacional alemana Adidas, la cual lanzó al mercado una serie de remeras con motivos mundialistas pero con una fuerte connotación sexista. Eso provocó la reacción del Instituto Brasileño del Turismo, cuyo portavoz Flavio Dino señaló que esos mensajes distaban mucho de la imagen del Brasil que quieren ofrecer y que dichas imágenes constituyen una apología al turismo sexual.

Las críticas llegaron hasta Alemania y desde la central emitieron un comunicado en donde señalaron que "Adidas siempre acompaña de cerca la opinión de sus consumidores y socios, y por eso anuncia que los productos en cuestión no serán comercializados más por la marca". No es un dato menor el hecho de que en estos momentos la presidenta Dilma Rousseff se haya explayado en twitter sobre esta temática: "Brasil está feliz de recibir turistas que llegarán para el Mundial, pero también está listo para combatir el turismo sexual".

No sólo del exterior provienen a veces las imágenes negativas de un país. Hace muy pocos días, en Santa Catarina, estado de Brasil que se encuentra en el centro de la región sur del país, un periódico colocó en la tapa y contratapa del suplemento de turismo un aviso donde se publicitaba un cabaret de Florianópolis. Dado el rechazo que provocó en las redes sociales, el diario debió realizar una profunda autocrítica. Con organismos que regulen y una participación ciudadana activa habría cada vez menos lugar para el “vale todo”.