¡Ay Campanella!
¡Ay Campanella! Tu campanita
“argentinita” suena y resuena
como una flema
de caprichos
y de pequeñas iras
fastidiosas.
Tantos juguetes en la cuna
y dale que te dale
con la campanita.
En vísperas del día del trabajo
y desde el púlpito,
que con clarines
y alfombra se ofrece
a patriotas de lengua larga
y libérrima,
volviste a declamar
enardecidas monsergas
no pasadas por el escurridor
de obviedades,
por el corrector
de historia,
por el cedazo de la inteligencia,
y ni siquiera por la cautela
de la piedad
hacia vos mismo.
¿Por qué no estás contento
Campanella?
¿El arte no te alivia
de tus oscuros
sueños?
¿No te produce
catarsis
sanadora?
¿ Los premios, la fama,
la taquilla próspera y popular
no te sacian?
Mirá que todo eso
es bastante para una vida.
Por eso el aplauso de masas
que recibe tu cine
es una paradoja.
Ya que colmados tus oídos
de mimos y de elogios
del pueblo espectador
te la pasás describiendo
al país de ese mismo espectador
como una “argentinita”
de desquicio ético y social
que exige ser fundado de nuevo.
¿Un país de nuevo Juan José?
¿ O de viejo
pero disfrazado de nuevo?
El arte vuela; las rabietas
ordinarias reptan.
No te cortes las alas Campanella.
Por suerte,
tu alto cine te supera.