El catalán Sergi Santos, experto en nanotecnología, le dio vida a Samantha, una muñeca sexual que pesa unos 40 kilos, tiene ojos verdes, una larga cabellera de color castaño y unas medidas de 90-55-90, que se diferencia de las demás por su capacidad para brindar una de las necesidades primarias de los seres humanos: el afecto.

La muñeca, que es suave al tacto y en el trato, está compuesta por TPE puro -elastómero termoplástico, un material relativamente nuevo en el mercado- e incorpora un microprocesador en la cabeza que funciona mediante un “algoritmo potentísimo” creado por Santos, lo que le permite interactuar con las personas en distintos modos: desde familiar --haciendo compañía en el sofá mientras se ve una película, por ejemplo-- hasta sexual, lo que incluye la capacidad de la muñeca de “llegar al orgasmo”, asegura este científico de 38 años, “siempre que su acompañante sea capaz de estimularla” convenientemente.

Si bien Santos no cuenta con el apoyo de sus colegas de la comunidad científica, él está decidido a dejar un trabajo espléndidamente remunerado en uno de los Emiratos para emprender su empresa de venta de mulecas inteligentes de compañía por Internet.

“Estoy muy cansado de intentar explicar lo que hago y que nadie lo entienda o que me digan que no sirve para nada. Ahora mis colegas científicos replican que este proyecto no tiene ningún impacto científico, pero yo pienso todo lo contrario: Samantha es muy fácil de explicar y todo el mundo entiende a la primera para qué sirve. Al fin y al cabo, el objetivo de la tecnología es que se entienda para poder darle una aplicación concreta y así poder venderla”, dijo el científico.

Además de ser técnico en computación, Sergi tiene experiencia en el campo de la ciencia de materiales, lo que le permite aplicar a la ciencia las propiedades físicas macroscópicas de los componentes.

La mayoría de las muñecas se fabrican en China, donde Sergi planea cerrar acuerdos con potenciales proveedores. Pero por otro lado, también están las muñecas de RealDoll, una de las empresas líderes a nivel mundial en este mercado, que proceden de Silicon Valley y que fue creada por Matt McMullen, quien tiene previsto sacar al mercado a finales de año una muñeca sexual que integrará un sistema de inteligencia artificial con el objetivo de que el cliente pueda “moldear su personalidad” y “crear una relación duradera en el tiempo” con ella. Básicamente, el mismo proyecto en el que trabaja Sergi.

Muñeca RealDoll

“RealDoll produce muñecas de alta gama hechas de silicona médica. Que este material sea mejor que el TPE, que cuesta mucho menos, no está del todo claro. Si compras en RealDoll, pagas hoy –entre 8.000 y 10.000 dólares- y la muñeca te llega directamente de Silicon Valley en varios meses. Mi objetivo es que los clientes ansiosos de ver a su muñeca lo puedan hacer lo antes posible, en pocas semanas, y que el precio se ajuste a todos los bolsillos para que mucha más gente pueda acceder a esta tecnología”, comenta Sergi. “Además, Samantha trabaja offline. Esto significa que todo lo computa en su cabeza, lo que asegura la privacidad del cliente desde todos los puntos de vista”.

El científico desarrolló el proyecto Samantha en Catalunya, donde planea establecer su empresa junto a su equipo de trabajo integrado por su mujer Maritsa, diseñadora; una joven física de origen asiático experta en biociencia; un especialista en electrónica, que le ayuda a localizar en Internet e integrar en su prototipo cualquier tipo de sensor o microcontrolador que mejore la capacidad de interacción de Samantha; y un abogado que se encarga de las tareas burocráticas.

Una de las cuestiones más importantes para que proyecto pueda avanzar es conseguir a más inversores. El primero en poner plata fue un compañero de trabajo: “Puso 50.000 euros en cuanto se lo conté”.

“Mi objetivo no es sólo que copulen con Samantha, sino que se enamoren de ella”, concluyó Sergi, quien asegura que la muñeca ayudará a muchas personas que sufren por falta de afecto.