Ocurrió en la cárcel de la ciudad de Victoria de Conquista al noroeste de Brasil, donde Wilian Alves, que trabajaba en la cocina de la prisión, intentó escapar dentro de un tacho de basura que suelen sacar del establecimiento todos los días.

Sin embargo, el plan  se vio frustrado por uno de los guardias que intentó mover el tacho y que al notar que estaba más pesado de lo normal decidió abrirlo. Allí notó la presencia del recluso que todavía mantenía su cabeza agachada con la esperanza de que no lo vieran.

Finalmente Alves fue conducido nuevamente a su celda, donde terminará de cumplir su tiempo, si es que los directivos decidieron no ampliarla la condena por intento de fuga.