La imagen del supuesto hábito del diminuto Candirú de introducirse en el pene humano, aferrándose con afiladas púas, para desde adentro devorar a su presa, resulta escalofriante.

O las posibilidades de que ponga huevos en la vejiga de su víctima, entre por el canal vaginal o el ano también dan pavor y obliga a los bañistas a evitar orinar en las aguas amazónicas ya que "el pez se sentiría atraído por el amoníaco". La leyenda, para muchos, llevó a los científicos a indagar sobre la misma e investigar sobre "su verdad".

A la hora del remedio "habría que eliminar todo el miembro" o parte del cuerpo que haya sido mordida por el pez.  Hasta el momento sólo hay un caso documentado en 1997 en Manaos, en el que el pez tuvo que ser removido, luego de varias horas de cirugía, por la uretra del pene del paciente.

Para la ciencia resulta imposible que un pez pueda tener la fuerza suficiente como para nadar en contra del chorro de orina e introducirse en un sujeto en el agua. Sin embargo la leyenda sigue vigente y genera temor y dolor con el sólo hecho de pensar ser comido vivo por el pez en esas sensibles zonas.