“Nosotros no podemos dejar que el odio entre en nuestro país. No podemos vivir sólo de extremismos", arrancó el ministro de la Corte Supresa de Brasil, Dias Toffoli.

Con el viejo recurso de responsabilizar de la violencia a quienes buscan justicia y reparación por los crímenes sucedidos durante las dictaduras de la región, el presidente de la entidad máxima de justicia brasileña hasta el 2020, utilizó a la Argentina como un ejemplo negativo. 

“No nos podemos dejar llevar por lo que pasó en Argentina, cuya síntesis está en la película ‘El Secreto de sus Ojos’: una sociedad que se quedó presa en el pasado, en la venganza y en el odio. Mirando hacia atrás en el espejo retrovisor sin conseguir superarse”, dijo el jurista. 

Y agregó: “Brasil es mucho más grande que eso y no vamos a caer en esta misma situación en la cual cayeron nuestros vecinos.”

Argentina es un ejemplo en el mundo de cómo una sociedad democrática logró en tiempo récord iniciar un proceso judicial para buscar condenar a los responsables del genocidio de Estado. Con giros, con contradicciones, con gobiernos que apoyaron más la causa y otro que promulgaron decretos como el de Obediencia Debida y Punto Final para intentar frenar la búsqueda de justicia. 

Lo cierto es que en cualquier caso, nuestro país logró una reparación con el pasado más oscuro que, en países como Brasil todavía están lejos de lograrse. Y sujetos como Dias Toffoli son quienes garantizan esa impunidad.