Para muchos el mercado de San Pablito era la vívida imagen de una fatalidad en potencia, más allá de las autoridades mexicanas que volvieron a insistir con que estaban dadas todas las condiciones de seguridad

Este mismo año murieron varias personas en dos detonaciones e incluso en 2005 y 2006 el mercado ardió; aunque no con la magnitud que lo hizo esta vez en la que fallecieron 36 personas y 72 heridos. 

La confusión y la desesperación son sentimientos que se repiten entre quienes se acercan al lugar y en especial entre los sobrevivientes de esta dantesca tragedia. 

José Antonio es mecánico y estaba por ingresar al mercado cuando ocurrió la explosión, fue una cuestión de segundos, cuando la onda expansiva lo empujo y algo golpeó su ojo que ahora parece una pelota. “Estaba como a 50 metros de la puerta cuando escuché la primera explosión. Salí corriendo. Algo me golpeó en la espalda y en la cara, pero la inercia te hace correr”, contó este hombre a EL PAÍS.

Al correr perdió de vista a su hijo y a su compañero de trabajo con los que más tarde pudo reencontrarse, “Veo personas muy dañadas”, explica, “una persona con el pie perforado”. 

José Fabián, hijo de José Antonio, no sufrió ningún rasguño aunque corrió mientras veía cómo volaban chapas, personas, objetos a su alrededor: "Lo primero que recuerdo es una señora que le cae una piedra en la oreja derecha. Muy grande, así”, relató y agrega: “El golpe le hace un hoyo y ahora sí, le sacan los sesos”.

Ambos destacaron que les resultó llamativo que solo haya 36 muertos. José Fabián que ingresó con los bomberos para ayudar a sacar a las personas que estaban atrapadas hizo un escalofriante conteo: “Está la mujer con el hoyo en el cráneo; luego hay una señora que estaba así (cruza las piernas)” y agrega: “Yo me imagino que la explosión la agarró sentada“. Más tarde encuentra a otra señora con la cara quemada. “Solo tenía el sostén: se la habría quemado la blusa”. Luego un muchacho con la pierna izquierda deshecha. Después otro con media cara chamuscada. Y un señor totalmente calcinado que le salía humo de los pies. “Ya le habían echado agua, pero aun salía”, cuenta. Si solo él ha visto esos muertos, ¿cómo puede ser que no haya más?