Ni el día de la inauguración del Mundial cesaron las protestas en Brasil que, básicamente, apuntan a criticar el enorme gasto que significa para el Estado brasileño la organización de la competencia, mientras los agudos contrastes sociales persisten a pesar de las políticas activas que en ese sentido implementaron los sucesivos gobiernos de Lula y Dilma Rousseff.

Desde el inicio de este jueves se llevaron a cabo marchas y piquetes en distintos puntos de San Pablo, donde por la tarde se realizará la ceremonia inaugural y el encuentro entre la selección anfitriona y Croacia. La más numerosa en Río de Janeiro, con cerca de 2.000 personas, aunque los incidentes más graves se registraron en Sao Paulo, donde la policía reprimió a un grupo de manifestantes enmascarados con gases lacrimógenos y balas de goma.

Cientos de personas que son identificadas con el 'movimiento anti-copa' debieron ser desalojados este jueves de la autopista por donde debe pasar el micro que llevará al plantel brasileño, con disparos y gases lacrimógenos por la policía militarizada.

Los disturbios ocurrieron en cercanías de la estación Carrao del subte, en la zona este paulista, donde un grupo de manifestantes bloqueó la principal vía de acceso del aeropuerto de Río de Janeiro, como parte de la huelga declarada por los empleados de la terminal.

A diferencia de las masivas protestas del año pasado, que fueron espontáneas, estas fueron convocadas por grupos con reivindicaciones específicas y sólo tuvieron un seguimiento numeroso en Sao Paulo y Río de Janeiro.

Además de protestar contra el Mundial, en Sao Paulo los manifestantes demandaron la readmisión de 42 empleados del metro que fueron despedidos por sumarse a una huelga.

En Río entre los manifestantes había profesores que exigieron más inversiones en educación, además de grupos feministas y militantes de partidos políticos de izquierda.