La idea es traer ciencia. El suplemento busca, con algunas notas, poner un manto de realidad tangible a cuestiones que nos suceden, que están buenísimas pero que no sabemos bien por qué pasan.

La otra vuelta entré a Facebook y Ezequiel Arrieta, médico egresado de la Universidad Nacional de Córdoba y colaborador del sitio El Gato y la Caja, me etiquetó en una imagen interesante. Es la que adorna la nota. Bah, más que decorarla es el corazón de la misma. O el cerebro, porque en realidad es una especie de foto del cerebro de una mujer.

En esa especie de radiografía de sesos, aparecen varias cosas que Arrieta explica con precisión. Al parecer, la ciencia nunca tuvo datos tan exactos sobre lo que pasa en la azotea cuando las mujeres mandamos manito, hasta hace pocos años.

“En la corteza del cerebro hay bocha de regiones para distintas funciones del cuerpo, de hecho hay dos zonas con un grupo de neuronas que se encargan de representar al cuerpo motriz y sensitivamente. O sea, las partes del cuerpo que se mueven y las que sienten. Entonces, las partes del cuerpo que hacen trabajos más finos y delicados, como los dedos, tienen una representación cerebral más grande que los hombros o el pecho. Pasa lo mismo con las sensaciones, las zonas más sensibles están representadas en una zona más grande que aquellas que menos sensibles, como la lengua (más) y la espalda (menos). Dentro de la zona sensitiva también está representado el clítoris y el pene. Sin embargo nunca se mapeó la ubicación de la vagina y el cérvix (cuello uterino)”, indica el profesional.

¿Cómo hicieron ésto? Convocaron a 11 mujeres de entre 23 y 56 para se toquen un rato mientras las estudiaban. Las chicas se acomodaron en un cuarto bien preparado para la ocasión con las siguientes instrucciones: tocarse durante 30 segundos, descansar otros 30 y arrancar de nuevo durante 5 minutos cada parte. El clítoris primero, la vagina segundo, el cuello uterino tercero y los pezones cuarto. “Todo eso lo captaron con un tipo de resonancia magnética que mide el flujo de sangre del cerebro, las zonas que se activan requieren más oxígeno para funcionar y entonces aumenta la cantidad de sangre en la región”, detalla.

Todo ese experimento que sirve para entender un poco más al cerebro, a la sexualidad y a su combinación, lanzó los siguientes resultados: “Se encontró que la estimulación del clítoris, la vagina y el cérvix activaba 3 zonas bien diferenciadas pero una cerquita de la otra, en una región que se llama corteza medial del lóbulo paracentral, que básicamente es más o menos en la parte del medio del tajo que tiene el cerebro y que lo divide en dos hemisferios. Y para sorpresa de los investigadores, la estimulación de los pezones estaba bien cerquita de los genitales, cosa rara porque en las personas normales están separados por al menos 50 centímetros, a menos que tengas 60 años y su posición sea otra, especialmente sin corpiños, claro”.

Eso también explica algo que antes no se podía siquiera ver: las mujeres pueden tener varios tipos de orgasmos. Vaginales, clitorianos y del cuello uterino. Bien por nosotras.

Imagen: el cuadro genial de portada se llama “Undisclosed desire” y es de Caroline Westerhout.