Cuenta la historia que, allá por el 2005, Lionel Messi jugaba sus primeros partidos en el Barcelona, y al finalizar uno de ellos ante el Valencia, Pablo Aimar, su ídolo, se le acercó y lo saludó, ante la sorpresa de "Leo". Luego, con la vergüenza que caracteriza la rosarino, le pidió la camiseta.

Hoy, muchos años, goles, títulos y premios después, se volvieron a cruzar en el Estadio Da Luz del Benfica portugués, y la escena se volvió a repetir. El mejor futbolista del mundo, una vez finalizado el partido, buscó a su ídolo con el mismo entusiasmo para luego intercambiar sus camisetas. Otro gesto que marca la humildad de la "Pulga".