Paula Pareto es una de las mejores deportistas nacional de la actualidad y de la historia. Su carrera en el mundo del judo es impresionante, Sin ir más lejos, 2016 fue su mejor año, donde se consagró campeona mundial y olímpica. Tras el gran éxito deportivo, se tomará el 2017 mucho más abocada a la medicina, su otra gran pasión.

"Los años post olímpicos son más tranqui y necesitaba empezar con la residencia. Por eso el judo estará en un segundo plano. No voy a dejar de entrenar y competir, pero serán sólo cuatro torneos en el año, sin demasiadas exigencias porque el entrenamiento no puede ser el que necesito", explicó Paula Pareto,

La 'Peque' comentó además cómo es su vida en el hospital: "Me gusta, sí, aunque haya cosas que no tanto… Mi rol es atender a los pacientes de sala y ser un poco el nexo entre los especialistas. Por ejemplo, preparar a un paciente para operar: hablo con el cardiólogo, con el clínico, hago la parte administrativa…". Luego, casi a la pasada, tiró una frase que le haría mucho ruido a un profesor universitario: "Y la verdad es que estando ahí, viendo, aprendés muchísimo. Es como dicen: quizá en una semana de práctica aprendés más que en un año en la facu".

¿Si entra a las 6, hasta que hora está en el hospital? "Puede ser a las 18 pero varias veces me fui a las 21. Esos días ni voy a entrenar. Y a eso tenés que sumarle el día de guardia, que trabajo las 24 horas y se engancha con el día siguiente, a las 6", avisa, pidiendo clemencia.

Pareto se levanta a las 5 y a las 6 ya está en el hospital. Entre todas sus actividades, duerme un promedio de cinco horas. “Estoy muerta”, reconoce.

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Además, contó la reacción de sus compañeros de gimnasio y porqué sigue yendo a entrenar: "Me dicen que me ven muy cansada, pero si pienso lo que me pide mi cuerpo o mi mente no voy... Y si dejo el judo por un año, no arranco más. Me conozco. Hago el esfuerzo y en un punto me sirve para la cabeza porque cambio un poco de ámbito".

También dio su análisis sobre el sistema médico argentino y cómo están diagramadas las exigentes residencias y concurrencias de los recién recibidos. “Creo que algo falla. Trabajamos 13 horas, corriendo, sin parar, y con mucha responsabilidad. Y la residencia dura 4 años. Sabemos que es normal, que aprendés mucho y que es un derecho de piso que hay que pagar, pero no deja de ser inhumano y peligroso”.