El 'Negro' Prat dice siempre que "la murga porteña es el reservorio más grande de negritud de nuestra cultura". Él es el autor del disco-libro “De este lado del Plata – Cantos y Ritmos de Murga Argentina”, que reseña la historia de la murga porteña para ser enseñada en las escuelas. 

Al abrirlo, uno encontrará textos del propio Prat, de Enrique Molina (docente y director de teatro y también del Centro Murga “Los Fantoches de Villa Urquiza), de Diego Robacio (editor de la Agenda Murguera y productor del sello discográfico que lanzó varios imprescindibles del movimiento murguero) y Leticia Maronese (socióloga, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Avellaneda).

Con fotos de Enrique Luis Rosito, Salvador Batalla y Martín Vega, el material -editado en 2015-, tiene como propósito "difundir la enorme riqueza cultural de la murga entre los docentes de música e instituciones educativas de todo el país", le cuenta el 'Negro' a Diario Registrado.

El objeto libro-disco reseña letras de las viejas comparsas de afroargentinos y ritmos de candombe que se tocaban en nuestro país, registros de los viejos murgueros de la década del 40 y 50.

Y releva el escenario del presente, en el que conviven Centros Murga tradicionales, Agrupaciones Murgueras y artistas que incursionaron en el género; por caso, Prat es el principal. 

“La murga es esfuerzo, sueños e inclusión”, dice Ariel, y confiesa su anhelo: "Que no se confundan los géneros, que no sea lo mismo la murga uruguaya que la de acá, y se tenga conciencia del toque de rumba, métrica y baile". 
 


El músico que viene de presentarse en el CAFF (Club Atlético Fernández Fierro) los últimos dos jueves  resalta, vía audio de Whatsapp: "Que se valore ese instrumento maravilloso que es el bombo que reúne parche, platillo y bronce, que sobrevivió al exterminio de los elementos percusivos". 

Docente en la Universidad de Avellaneda, también contó que la “Revolución Fusiladora” en 1955 derrocó a Juan Perón, “prohibió al peronismo y también a las expresiones populares incluido nuestro querido bombo de murga, e incluso el bombo leguero”, a los que definió como “nuestros parches en los que está metida toda negritud”.

En la presentación, confió que realizó el trabajo “con mucha pasión” y lo incluyó en los avances y conquistas de “la década ganada y de lo que va a venir”, ya que “se ha empoderado a muchos” y “la murga tiene un lugar que antes no tenía”.

El valor de la murga, según los otros

En la presentación en el Patria, la secretaria del Instituto, Teresa Parodi, admtió que mientras gobernaba el menemismo tuvo la oportunidad de participar, en la provincia de Buenos Aires, de un evento murguero.

“Me conmoví con la historia relatada por esos hombres y mujeres que cantaban y golpeaban esos parches, para denunciar lo que estaba pasando en el país; hablaban del hambre y la bronca, pero también, de una forma maravillosa, de su esperanza”, dijo Teresa.

Y concluyó: “Ariel Prat rescata el sentido comunitario de la murga, que nacía en las esquinas, en las plazas y en los clubes, en los que todos participaban y se sentían protagonistas de un suceso musical único”, agregó.

En tanto, Sileoni ponderó el trabajo de Prat por “su aporte extraordinario para la cultura popular”, porque se sitúa en ese espacio de disputa que son “la lengua y la cultura” y porque “toma partido, no es un trabajo neutral” sino que “es la voz de las voces negadas, de los vencidos, de los ninguneados, de los negros, de los criollos, de los pobres”.
 


Y Juan Subirá, músico de la Bersuit Vergarabat, contó que cuando conoció a Prat en 1998, “comenzó una historia nueva en relación a la relación que teníamos con nuestra música popular”, que accedió a géneros como la murga “que ya existía pero que estaba negada, incluso por nosotros mismos, los músicos, como sucedería también con la cumbia” y que “nos dimos cuenta que nos gustaba, nos divertíamos, la hacíamos bien”.

“Se trató de un aprendizaje, un viaje, y al poco tiempo con Ariel empezamos a componer juntos”, agregó.

Hasta hoy. En el disco-libro hay intervenciones suyas. Y Prat sube a cantar con la Bersuit. 

El toque de 'rumba' de murga no está solo en los febreros porteños y del conurbano. Cada vez menos se escuchan a lo lejos, el público se acerca cada vez más a la fiesta popular, a ese refugio de músicos, bombistas, payaos, poetas de barrio, pibes y pibas que de manera gratuita se divierten y empujan la adolescencia y la infancia tirando patadas al aire, bajando estrellas con las manos. 

Toda esa alegría y herencia debía tener su disco-libro para que puede aprehenderse.

Rumba... silbato... y tres saltos... ¡chim-pum!