Cuando Iván Díaz Mathe y sus compañeros saltaron al escenario, las bocanadas de lows comenzaron a golpear en el pecho de una manera tan placentera que hasta la más mínima partícula de materia comenzó a vibrar con gozo. La voz de Lee Perry parecía viajar desde un recóndito rincón del cosmos, pero en realidad se adivinaba la forma de su particular abrigo, donde brillaban el sol, la luna y los planetas, a un lado del escenario.

Cuando el Scracth mostró su silueta en las tablas de Niceto Club volvió a encender esa mecha en la memoria de los que presenciamos la potencia de esta fusión de temporalidades, seis años atrás en otro escenario de Palermo. Encendió la mecha, pero no pudo con el cigarrillo armado que le obsequió Ivy Lee: falló el encendedor y tuvo que pedir fuego en la primera fila.

Falló el encendedor, pero la ganjah se iba a quemar de todas formas. (Foto: Fabrizio Pedrotti)

Apretados y entregados al baile hipnótico, los presentes disfrutamos de una puesta sonora inigualable, donde las frecuencias graves y la voz del productor que desarrolló buena parte de los sonidos jamaiquinos que viajaron al mundo, compartieron el espacio de la mejor manera. La voz de Perry lució más nítida que nunca, así como su estado físico.

10 años lleva Nairobi nutriéndose de los grandes maestros del género: primero se cruzaron con Mad Professor por e-mail, con quien terminaron trabajando personalmente en Europa, y de ahí la vinculación directa para tener al legendario Lee como intérprete. Este trabajo les valió uno de los premios más importantes, ser la primera agrupación argentina en presentarse nada menos que en el festival Glastonbury. 

Después de un largo recorrido, el grupo disfruta de su consolidación musical así como la de una relación de colaboradores con los referentes a nivel internacional del dub. Una vez más, el groove de Nairobi sostuvo la nube en la que viaja este 'pedazo de historia' de la música negra, desde la que lleva el legado de la raíz jamaiquina con toda su sabiduría.