El poder del gobierno parece no tener medida ni límite conocido. Ha hecho aparecer al nieto de Estela para tapar el tema de los fondos buitres. Un problema que hizo aparecer para subir la autoestima del pueblo y la imagen de la presidenta. Había intentado lo mismo antes con el acuerdo con el Club de París pero no funcionó. Solucionar exitosamente ese problema de décadas fue un rotundo fracaso. Por eso el gobierno hizo aparecer a los fondos buitre para tapar el problema de los precios que aumentan, pero ese aumento lo hizo aparecer para tapar el asunto de Boudou. Y el problema de Boudou no fue casual, apareció para desviar la atención de los problemas de inseguridad. Que habían aparecido a propósito para tapar lo de Lázaro Báez. Claro que lo de Lázaro Báez apareció para intentar esconder la bóvedas llenas de billetes en la casa de la presidenta. Así fue como apareció el Papa Francisco, que también distrajo la atención de los verdaderos problemas, como apareció el seleccionado ganando partidos, sólo para tapar con el fanatismo mundialista que el dólar ilegal subía. Aunque a veces el gobierno hace que suba el dólar para esconder los problemas que hay con el sindicalismo. Bueno, me cansé de este ejercicio de la estupidez del cual no se cansa el periodismo opositor. Y no se preocupe por encontrar en lo anterior una concordancia temporal, porque quienes la inventaron tampoco se preocupan por darle demasiada lógica a su regular psicosis. La que les hace decir que este gobierno es tan autocrático y poderoso que hasta ha conseguido estar varias veces al borde de ser destituído para con eso ganar más y más poder. Hasta que juntó tanto poder autocrático que no supo manejarlo, y por eso debió rendirse al sistema democrático, al que odia aunque le vaya bien en las elecciones.

Y es que después de tantos años de kirchnerismo la oposición política no pudo superar lo que creen es el mejor argumento que pudo encontrar la oposición mediática: el de la impostura y la perfidia del oficialismo. Aclaremos algo: que las dos oposiciones son políticas, pero la periodística es la que le da letra y argumentos a la política. Y por eso todos se hunden en estupideces cada vez menos razonables con las que sobregiran cualquier lógica para que absolutamente todo sea una mala nota para el gobierno y una mala noticia para la sociedad. Que si aumentan los sueldos y las jubilaciones es la prueba de la inflación galopante que nos lleva al desastre. Que si hay subsidios es la prueba de una economía inviable que nos lleva al desastre. Que si el dólar no sube es la prueba de que el gobierno quiere hundir a los exportadores y robarse la plata para llevarnos al desastre. Y que si el dólar sube es la prueba del fracaso de las políticas económicas que nos llevarán al desastre. Y así podríamos seguir infinitamente, hasta encontrar algún éxito económico que le será adjudicado inmediatamente a la iniciativa privada que consigue logros “a pesar” del gobierno que igual nos lleva al desastre.

Así construyeron un gobierno de perfecta maldad que hasta llegó a arreglar el problema de la deuda y generar un mercado interno -con trabajadores que trabajan- con el único objetivo de llevarnos al desastre. Un gobierno idiota que no se dio cuenta de que era mucho más fácil llevarnos al desastre sin poner a funcionar el país y que le alcanzaba con seguir girando la rueda interminable de tomar préstamos para llevarnos al desastre. Y no olvidemos que los desastrosos son -en el fondo- una banda de ladrones, una asociación ilícita con miles de secuaces, todos a sueldo para robar. Para robar a sueldo y llevarnos al desastre.

Así, los políticos que siguieron la lógica de los periodistas que crearon este relato hoy no tienen donde anclar un discurso razonable. No saben qué opinar ni qué objetar, y menos qué proponer ante los hechos. Porque los hechos están destruidos bajo el peso de la estupidez flagrante y sistemática. Que ni siquiera un muy concreto y objetivo ferrocarril renovado se salva de ser otra prueba más de que al gobierno nunca le importó –ni le importa- cómo viaja la gente en los trenes. Que en el tema de los buitres decenas de países, incluídas varias potencias, apoyen a la Argentina también es prueba de su pésima diplomacia, del fracaso de su política de desendeudamieto, y del aislamiento internacional al que el gobierno nos condena por ser bruto y maligno. Porque si fuese un gobierno eficiente, normal y decente, esos países… no sé. ¿No le hubieran dado su apoyo?

Pero los políticos de la oposición no se hacen estas preguntas y siguen adelante,  esperando que los votantes jamás dejen de leer sus diarios, ni de escuchar a ese periodismo que los tiene en la prisión a donde van los políticos vagos. Los que dejaron de militar en los barrios porque ahí no hay cámaras de tele ni fotos en los diarios. Ahí está la vida real, esa que después de diez años de negarla sigue ocurriendo a pesar de todo.