Ni hablar de los legendarios Sacco y Vanzetti. Sonaría a burla.

Sería como recurrir a la rebelión de Espartaco y los esclavos para referirnos a la rebelión de los caceroleros.

Menos hablar de Tosco, Smith, Rucci o Ubaldini y etc. El paro del 28 de agosto es la parodia de las luchas obreras. Es el esperpento de la huelga: cuando sus organizadores hacen que parezca injusto su derecho. Recuerda a Evita cuando con su modo carente de eufemismos, decía que un sindicalista que traicionaba a los trabajadores merecía llevar un sello en su frente. Que se quede tranquila: lo llevan y suelen lucirlo deportivamente y hasta compiten porque se les note.

Luis Barrionuevo, por ejemplo, que ya era parodia en los noventa como recontraalcahuete confeso, ahora se empeña en parodiarse como rebelde. Y en realidad sigue siendo recontralcahuete de la misma política que alcahueteaba en los noventa. Hugo Moyano, que en los noventa actuaba como rebelde, y que posó como leal con este gobierno, ahora se rebela parodiándose para coincidir con Barrionuevo. Y el “Pollo” Sobrero en su paroxismo descontrolado, sin hacer caso del “hombre vivo” ni de las señales que le alborotan la melenita, acelera su desatino y convierte la parodia huelguística en un chiste malo. Un tal Miceli angurriento de ligas grandes y desde una liga tan tangencial que bordea lo ilegítimo, se cuela y entra a la huelga próspera como un colado. Es estatal pero merecería ser excluido y privatizado para ver si así justifica mejor su resentimiento.

El Partido Obrero y otros efluentes de izquierdas estrambóticas, tan inofensivas a la derecha que esta las riega para que no terminen de secarse, se ofrecen como amanuenses de aquellos sindicalistas de rango insatisfechos metafísicamente.  

Hay pocas reacciones peores para un trabajador que desconocerse y desvincularse de su identidad; pocas peores que enfrentarse a un gobierno como éste, imperfecto (humanamente) pero orientado a favorecer a los más vulnerables. Y que -aún bajo obstaculizaciones feroces- tensa la cuerda con las corporaciones y los grupos concentrados, sean estos buitres, hienas o la mano invisible. Esa que Hermes Binner hace visible en su mano derecha. Y en la que los lobistas financieros que andan por ahí tienen garfios.

En tanto el “NO”, monosílabo opositor incapaz de mostrar un argumento aunque sea en monosílabo, se relame íntimamente de los inesperados beneficios que el paro le traería ya que por sí solo no lo consigue. Los alborota FAUNEN (Fatuidad unida en el No); y su comportamiento escénico tiende al simil sainete. Género divertido igual que la parodia. Este si los interpretan buenos actores que no es el caso.

El conjunto – libreto, protagonistas y elenco- si llegase a Gobernar convertiría la parodia y el sainete en un drama. Con el pueblo adentro.

Un idiota es sólo uno, pero un pueblo entero sería un idiotismo masivo hoy imposible. Creo.

Porque es bastante esta huelga. Y como parodia y sainete, ya es suficiente.