Recientemente finalizó, en Paraguay, la 44° Asamblea General de la Organización de Estados Americanos. Dos ejes de importancia, relativos a la soberanía, fueron trabajados en la reunión de Asunción: el pedido de incluir a Cuba en la próxima Cumbre de las Américas, y la necesidad de impulsar un diálogo entre el Reino Unido y la Argentina en torno al reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas. ¿Qué se definió sobre ambos casos?

El texto que la OEA aprobó en Paraguay referido al tema Malvinas es un buen termómetro de la aceptación continental al reclamo argentino: el documento afirma que el eje “constituye un tema de permanente interés hemisférico” y lamenta que no se hayan podido reanudar las negociaciones“tendientes a resolver la disputa de la soberanía”. ¿Por qué decimos que es importante? Porque sólo Estados Unidos y Canadá no acompañaron la propuesta que mencionamos. De esta forma se llevó a la OEA una voz que ya se venía expresando mayoritariamente en la CELAC –Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños-, tal como sucedió en enero pasado en La Habana. Hay un dato adicional interesante: el Reino Unido es, a instancias de EEUU, “observador permanente” del organismo que acaba de emitir esta declaración. Nos permitiremos una pregunta sugerente en relación a esto: ¿se atreverá el primer ministro británico, David Cameron, a aceptar este reto de parte de una organización en la cual –aún indirectamente- juega un rol?

Por otra parte, la diplomacia norteamericana nuevamente falló en su intento de “aislar” a Cuba en la reunión de Asunción. Si bien es sabido que la mayor de las Antillas no participa de la OEA luego de su expulsión en 1962 –sólo por su orientación ideológica-, en Paraguay se debía tratar un punto referido a la próxima Cumbre de las Américas, que se realizará en Panamá en 2015. Y en ese debate, tal como había sucedido en la previa a la Cumbre de las Américas de Cartagena de Indias, gran parte de los presentes manifestó que sin Cuba era “difícil” desarrollar con normalidad ese evento previsto. El diablo metió la cola, y el “nuevo papel” de Cuba en el continente –representado, por ejemplo, en la reciente presidencia de la CELAC durante todo 2013- se metió de lleno en un organismo siempre hostil a la isla (por el peso que Estados Unidos tradicionalmente le ha asignado en su “monitoreo” de la situación continental).

Finalizada la reunión de Asunción, y visto y considerando el escenario planteado, quedan dudas dentro de los analistas y periodistas especializados en temas internacionales sobre la función real de la Organización de Estados Americanos en la coyuntura actual que vive América Latina. Ha sido ampliamente difundida la tesis –tanto en el plano académico como periodístico- de que la creación de la CELAC, y sus sostenidas reuniones de Jefes de Estado a inicios de cada año, dañaron aún más la representatividad de una OEA cada vez más deshilachada. En esas reuniones de la CELAC se construyeron los sólidos consensos sobre Malvinas y Cuba –entre otros temas- que justamente se expresaron en el cónclave de Asunción.

Al parecer, el otrora “patio trasero” sigue sublevado en relación a los intereses de Washington y Londres: ¿qué mejor expresión de los nuevos tiempos que vivimos en América Latina que los consensos referidos a ambos temas?