Diego Golombek es biólogo, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. Pero además de su tarea puramente académica, colabora en diferentes espacios del predio de Villa Martelli con el firme objetivo de democratizar y difundir el conocimiento científico. En este sentido Golombek sostiene: "Tecnópolis pateó el tablero: es un antes y un después en inclusión científica y tecnológica. La ciencia es una cacería de preguntas. Tecnópolis también."
"Al cabo de los años, la ciencia y la tecnología fueron ocupando un lugar más preponderante en Tecnópolis - cuenta- mi participación también fue cambiando porque cada vez me involucro más, sobre todo a partir del programa ministerial de popularización de la ciencia".
Acerca del acercamiento de los visitantes a la ciencia, subraya lo logrado por Tecnópolis ya que "no es un público que necesariamente consuma los programas de Canal Encuentro o los libros que hacemos o tenga la oportunidad de estar en charlas universitarias, en general. Y el ejercicio de inclusión que ha significado Tecnópolis para ese público es inédito. Esta inclusión científica y tecnológica, que es de lo que puedo hablar, no ha pasado nunca en la historia".
El investigador del CONICET sostiene que "en ciencias naturales hubo varios cambios". "Hay una conciencia cada vez mayor de que contar lo que hacemos es parte de lo que hacemos, sobre todo en la generación más joven".
"Hay una cuestión del enormísimo ego de los científicos, que se ve de dos maneras. Una es la de creer que está bueno que nadie entienda nada de lo que hacemos porque somos unos capos, y la otra es que está bueno que alguien entienda algo de lo que hacemos porque empieza a valorarse más. Ahora está empezando a pesar más la segunda", dice.
"Hay un cambio de cultura muy grande en la ciencia, en el mundo y en Argentina - sostiene- porque además de conocer el mundo, la ciencia tiene que mirar a la vereda de enfrente, que es la propia. Tiene que ver qué problemas hay localmente y ayudar a encontrar soluciones".
"Creo que Tecnópolis también ayuda a eso porque pone a la par un teorema matemático con ilusiones visuales, Atucha o una aplicación tecnológica. Entonces, a los pibes que quieren volcarse a la ciencia se les muestra un mundo mucho más amplio", explica.
"Hay muchos chicos que tienen vocación científica y les encanta romper todo: ir a quemar hormigas con la lupa o saber qué tiene adentro el hermanito. Son científicos en potencia pero después se quedan en el camino "porque es para genios", "porque no es para mí", "porque no hay laburo", "porque es muy difícil". Tecnópolis ayuda a que los chicos pongan a la ciencia en otro lugar, un lugar que muestra que sí es posible", concluye.

Diego Golombek es biólogo, investigador del CONICET y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. Pero además de su tarea puramente académica, colabora en diferentes espacios del predio de Villa Martelli con el firme objetivo de democratizar y difundir el conocimiento científico.

En este sentido Golombek sostiene: "Tecnópolis pateó el tablero: es un antes y un después en inclusión científica y tecnológica. La ciencia es una cacería de preguntas. Tecnópolis también".

"Al cabo de los años, la ciencia y la tecnología fueron ocupando un lugar más preponderante en Tecnópolis - cuenta- mi participación también fue cambiando porque cada vez me involucro más, sobre todo a partir del programa ministerial de popularización de la ciencia".

Sobre el acercamiento de los visitantes a la ciencia, subraya lo logrado por Tecnópolis ya que "no es un público que necesariamente consuma los programas de Canal Encuentro o los libros que hacemos o tenga la oportunidad de estar en charlas universitarias, en general. Y el ejercicio de inclusión que ha significado Tecnópolis para ese público es inédito. Esta inclusión científica y tecnológica, que es de lo que puedo hablar, no ha pasado nunca en la historia".

El investigador del CONICET sostiene que "en ciencias naturales hubo varios cambios". "Hay una conciencia cada vez mayor de que contar lo que hacemos es parte de lo que hacemos, sobre todo en la generación más joven".

"Hay una cuestión del enormísimo ego de los científicos, que se ve de dos maneras. Una es la de creer que está bueno que nadie entienda nada de lo que hacemos porque somos unos capos, y la otra es que está bueno que alguien entienda algo de lo que hacemos porque empieza a valorarse más. Ahora está empezando a pesar más la segunda", dice.

"Hay un cambio de cultura muy grande en la ciencia, en el mundo y en Argentina - sostiene- porque además de conocer el mundo, la ciencia tiene que mirar a la vereda de enfrente, que es la propia. Tiene que ver qué problemas hay localmente y ayudar a encontrar soluciones".

"Creo que Tecnópolis también ayuda a eso porque pone a la par un teorema matemático con ilusiones visuales, Atucha o una aplicación tecnológica. Entonces, a los pibes que quieren volcarse a la ciencia se les muestra un mundo mucho más amplio", explica.

"Hay muchos chicos que tienen vocación científica y les encanta romper todo: ir a quemar hormigas con la lupa o saber qué tiene adentro el hermanito. Son científicos en potencia pero después se quedan en el camino "porque es para genios", "porque no es para mí", "porque no hay laburo", "porque es muy difícil". Tecnópolis ayuda a que los chicos pongan a la ciencia en otro lugar, un lugar que muestra que sí es posible", concluye.