La idea es que los estudiantes ahorren plata y para eso les permiten alojarse en un asilo de ancianos. A cambio les exigen unas 30 horas semanales de acompañamiento para los residentes. Les charlan, les hacen compañía, pasean juntos, les preparan la comida o simplemente los escuchan.

El exito de esta convivencia hace pensar que podría hacerse fácilmente en cualquier lugar del mundo.