Las dificultades que los pingüinos tienen que enfrentar cuando el hombre llega a su hábitat natural, son evidentes.

Con solo colocar una cuerda a menos de 10 centímetros de altura es suficiente para frenar a este grupo de aves marinas.

Solo uno de los más grandes logra pisar la cuerda para zafar de la caída, que la verdad, se llevan buenas carcajadas.