La estadounidense Jennifer Bricker, de 27 años, fue abandonada en un hospital por sus padres el día de su nacimiento, y meses más tarde fue adoptada por una pareja. En los primeros años de su vida comenzó a practicar diversos deportes, ya sea vóley y básquet.

Pero en lo que realmente se destacaba Bricker era en gimnasia, y así lo demostró en cada competencia que participó, llamando la atención de los medios locales, y a su vez la de la gimnasta rumana Dominique Moceanu, a quien Jennifer siempre tuvo como ídolo. Pero lo más increíble de la historia es que luego, después de que Jen buscara a sus padres biológicos, se enteró que Dominique era su hermana de sangre.

La noticia de su parentesco terminó por fortalecer sus nexos emocionales y familiares. Fue así que el deporte no solo le dio esperanza para cumplir su sueño, sino que también la reconcilió con su historia.