Vino y brindis
Hoy amanecí muy temprano, un poco después de las seis y todavía era de noche. Y hacía frío en mi casa, y siempre cuando amanece pienso en el campo donde amanece en serio, no como en Buenos Aires donde en algún momento un edificio deja pasar un poco de sol y eso es todo. Me encontré con lo que escribió Barone sobre las elecciones. Una confesión sobre sus elecciones anteriores, desde la primera hasta la última. Me pareció tan de Barone romper con el pudor que todos guardamos, con esos secretos que nos avergüenzan: cómo votamos, qué votamos. Pero más que eso es también qué clase de ciudadano es uno, cuánto molesta ir a votar, cuánto entusiasma, cuánto ilusiona, cuánto decepciona.
Recuerdo que alguna vez pensé en irme de viaje para no votar, esos 500 km que separan al ciudadano de su responsabilidad. Esa distancia que nos permite abstraernos de ser actores de nuestro destino. No sé si viajé o no, no importa. Lo importante es que lo pensé con seriedad: escapar de eso que sentía como una trampa que me hacía legitimar un estado de cosas insoportables. Barone cuenta que votó a Frondizi, el candidato que apoyaba Perón en el exilio. El Perón prohibido que no se podía votar. Frondizi que no pudo evitar ser protagonista temprano de otra de las tantas traiciones de nuestra historia. Y de qué otra manera podía escribirse la historia de este país si no era con muchas traiciones.
Ayer leí a Bruschtein que sostiene que el kirchnerismo es un ciclo que comienza y parece tener razón. Hay elementos que lo constituyen que son profundamente culturales, que van más allá de su práctica política. Un ciclo que durará varias décadas dice Bruschtein. Mi mujer dice que si eso es así, lo malo es que tendremos muchos años de ataques fuertes y constantes. Lo bueno ya lo sabemos. Tenacidad es una palabra imprescindible. Terquedad en la versión uruguaya.
Ayer le dije a mi hija que cuando sea grande le van a preguntar si se acuerda de Néstor y de Cristina. Cuando me preguntó por qué, le expliqué que es porque ellos no son presidentes normales. Me preguntó de qué manera la gente iba a saber de ellos, y le dije que iban a leer sobre ellos en los libros de historia, pero que ella se iba a acordar. Los hijos son nuestra memoria. Y uno espera que la memoria sea el cimiento del futuro.
Hoy voy a hacer un asado. Vienen amigos. Se puede hacer un asado porque sí nomás, pero este es por todas las cosas anormales que pasaron y pasan en estos años. Habrá vino para brindar porque sigan ocurriendo cosas anormales. Y ahora termino de escribir esto, me voy a votar, y después paso por la panadería.
Me gusta este día. Tengo un buen plan.