El Tribunal Oral en lo Criminal N° 2 de San Nicolás condenó al sacerdote sacerdote Tulio Matiussi y al portero del jardín Belén del partido de San Pedro a 15 años de prisión por haber abusado sexualmente a cinco niños de entre 3 y 4 años. Los crímenes se produjeron a lo largo de 2017.

Matiussise desempeñaba como representante legal; el exportero Anselmo Ojeda, el único que continúa detenido con prisión domiciliaria, quienes llegaron a juicio por "abuso sexual simple agravado por la calidad de sus autores", por tener a su cargo la guarda de los menores afectados y, en el primero de los casos, por ser un ministro de culto.


Mattiussi tiene 49 años y el portero, Anselmo Ojeda, 61. Es el único privado de su libertad bajo el régimen de prisión domiciliaria. La preceptora, María Luján Rubíes, (54) también recibió condena. 
El abogado de las familias denunciantes había pedido 33 años de cárcel para los tres acusados por encontrarlos penalmente responsables de los mismos delitos que consideró probados la Fiscalía; mientras que la defensa pidió la absolución.

Por otra parte, tanto el fiscal Hernán Granda como el abogado del particular damnificado solicitaron que, en caso de ser condenados, Mattiussi y Rubíes queden inmediatamente detenidos y que, a Ojeda, se le revoque el beneficio de la prisión domiciliaria.

Al final de la audiencia, el tribunal presidido por María Elena Baquedado e integrado por los jueces Alejandro López y María Belén Ocariz, informó que la sentencia se dará a conocer el próximo 24 de mayo a las 12.

“Lo primero que resulta destacable es que los niños fueron oídos en este juicio, ya sea de manera indirecta a través de sus padres y psicólogas, como de manera directa mediante la proyección de las entrevistas de cámara gesell”, comenzó diciendo el fiscal Granda.

Al repasar toda la prueba, el representante del ministerio público recordó que la primera señal de alarma fue una serie de síntomas inexplicables y cambios abruptos de conducta en las víctimas, cuatro nenas y un nene.

Tras la realización de pericias, entrevistas de cámara gesell y sesiones con psicoterapeutas especializadas, pudo establecerse que se trataba de signos de abuso sexual infantil, cuyos autores los menores identifican claramente en su relato.

"Los chicos lloraban mucho, niños que habían logrado el control de esfínteres de repente lo perdieron. También se produjeron cambios de carácter: se volvieron introvertidos, empezaron a presentar resistencia a ir al jardín, a tener actitudes de enojo o violencia, a manifestar temor por la vida de sus padres y a tener un comportamiento sexual atípico con lenguaje no acorde a su edad" dijo.

Además de estos cambios actitudinales, se empezaron a evidenciar signos clínicos, como vulvovaginitis en las nenas, fiebre, vómitos a repetición y otras manifestaciones que no se podían vincular con diagnóstico alguno.