Emmanuel Echazú participó como jefe del escuadrón 36 de gendarmería en la represión contra la comunidad mapuche de Cushamen el 1 de agosto pasado, cuando desapareció Santiago Maldonado, y hasta el momento es el único imputado en la causa.

Según la investigación, Echazú regresó a su base el 2 de agosto a las 5.30 de la mañana, mientras que el operativo del día anterior terminó cerca de las seis de la tarde. Las dudas surgen de su propia declaración espontánea y del lapso de tiempo -casi 12 horas- en el que no se sabe qué estaba siendo el subalférez.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, firmó sin suponer que la situación procesal de Echazú podía significar un impedimento para promocionar su puesto en la escala de mando. 

Entre las contradicciones de la declaración que facilitó Echazú, fotografiado con su rostro ensangrentado por una herida al parecer cortante que le atravesaba la parte derecha del rostro, se desprende de un informe interno hallado en el teléfono de la enfermera Maira Ramos: el ahora ascendido fue atendido dentro del territorio y no fuera, como había sostenido el uniformado en un primer momento. Uno de los motivos por los cuales las querellas sospechan que pudo haberse enfrentado con Santiago Maldonado en la costa del río.

Ante la Justicia declaró que recibió un piedrazo al borde de la ruta 40, en la entrada a la comunidad mapuche, antes de ingresar al territorio. Sin embargo, su declaración se contradice con las imágenes que lo muestran a la vera del río Chubut ensangrentado. 

Tras el hallazgo en la previa a las elecciones de octubre, Echazú dijo que si el joven "se hubiera entregado, estaría vivo”. Con la incorporación de Echazú como imputado -aunque sin haber sido indagado- Gendarmería logró el acceso irrestricto a la causa, e incluso aportó peritos.