El lunes, mientras realizaba su incansable búsqueda, esta vez en la provincia de La Pampa, Federico Cash encontró la muerte. En el Renault Clio que manejaba, la policía halló una importante cantidad de afiches y folletos con la imagen de su hija y los medios de contacto para comunicar cualquier información que al menos lo acercase a su paradero.

Su búsqueda, entonces, queda trunca, y sin nadie que busque cualquier rastro de María, quizá persista para siempre el misterio de su desaparición. Él, en fin, era la última esperanza para hallar a la joven diseñadora cuyo rastro se perdió el 8 de julio de 2011.

Hasta donde se sabe, el 4 de julio de ese año María salió de su domicilio del barrio porteño de Barracas hacia la estación terminal de Retiro, donde tomó un micro hacia Jujuy.

La joven de 29 años iba a vender ropa que ella misma había diseñado. Pero no llegó a la capital provincial: según se sabe, descendió el micro unos 200 km antes de su destino final, en Rosario de la Frontera.

Luego llamó a su amigo Juan Pablo Dumon, quien le daría alojamiento en la capital jujeña, para explicarle que se había bajado del micro porque no se sintió cómoda.

A las pocas horas se la vio haciendo dedo en la entrada de la localidad de Pampa Blanca, desde donde llamó a su familia para avisarles que estaba bien pero que se había quedado sin plata.

Ya sin la valija con la que había partido desde Retiro, esa noche fue captada por las cámaras de un peaje de Aunor, a 6 km de Salta. Luego se supo que se presentó en un hospital y pidió que la atendieran, pero se fue antes de que el médico de turno lo hiciera.

El viernes 8 se comunicó mediante correo electrónico con su familia; fue última vez. Comenzó a hacer dedo en la ruta. La levantó un transportista. Frente al monumento de la Difunta Correa, sobre la ruta 34, es donde la dejó y se pierde su rastro definitivamente.

Y comenzó el calvario de su familia y el misterio que Federico Carlos Cash jamás podrá develar.